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144 María Jesús Miranda<br />

tendencias anales de los hombres de la sociedad capitalista; su sadismo,<br />

sus sentimientos de culpa, sus ciegos temores ... Puede, en <strong>el</strong> camino<br />

iniciado por él, seguir sustituyendo <strong>el</strong>ementos físicos de control<br />

por <strong>el</strong>ementos simbólicos: los muros y las cadenas pueden ir<br />

cayendo bajo <strong>el</strong> impulso de la vigilancia, desde la tecnificación progresiva<br />

de la administración pública -hoy por hoy es tan malo ir indocumentado<br />

como ir marcado con hierro <strong>el</strong> siglo XVII-- hasta la<br />

aplicación in extenso de la psicoterapia más sofisticada. Puede hacer<br />

a los presos algo más hombres -perdón, más propietarios- gracias<br />

a la Seguridad Social y a la enseñanza a distancia. Y nada más.<br />

No quiero decir que esté en contra de la limpieza o de la Seguridad<br />

Social o a favor de las cadenas y los <strong>el</strong>ectroshocks. Quiero decir<br />

que ni <strong>el</strong> director general de prisiones tiene <strong>el</strong> poder suficiente<br />

para romper un círculo vicioso que engendra dolor y d<strong>el</strong>incuencia y<br />

dolor. Que está atrapado en él tanto como <strong>el</strong> último preso, o como<br />

cualquiera de nosotros. En primer lugar, por una serie de limitaciones<br />

que se derivan de la propia naturaleza de la cárc<strong>el</strong> como realizadora<br />

de penas justas; como ya señalaba Bentharn, la comida, <strong>el</strong> alojamiento<br />

y <strong>el</strong> vestido que la cárc<strong>el</strong> proporcione debe ser siempre "<strong>el</strong><br />

más común y <strong>el</strong> más barato que dé <strong>el</strong> país, porque no deben (los<br />

presos) ser mejor tratados que la clase pobre y laboriosa" (Panóptico,<br />

63).<br />

La cárc<strong>el</strong> justa y democrática tiene que ser mala, porque así lo<br />

exige <strong>el</strong> pueblo. El pueblo enfrentado al poder asalta las bastillas,<br />

porque ve en <strong>el</strong>las su manifestación extrema. Pero <strong>el</strong> pueblo que se<br />

cree instalado en <strong>el</strong> poder por la democracia -por limitada que ésta<br />

sea- se queja d<strong>el</strong> gasto de las prisiones. Ya a mediados d<strong>el</strong> XM, los<br />

obreros de Paris reclamaban que los trabajos p<strong>el</strong>igrosos o desagradables<br />

fueran realizados por los presos.<br />

La insensibilidad popular ante <strong>el</strong> problema de las prisiones es<br />

también una consecuencia de la organización democrática de la sociedad,<br />

como hemos podido observar claramente en España en los<br />

tres últimos años. A medida que ha ido progresando la estabilización<br />

democrática, <strong>el</strong> tema de la cárc<strong>el</strong>, la amnistía, etc., ha ido cambiando<br />

de signo. En diciembre d<strong>el</strong> 77 fue casi realidad un indulto general<br />

para los presos comunes, apoyado incluso por <strong>el</strong> PSOE. En<br />

noviembre d<strong>el</strong> 78 se c<strong>el</strong>ebran manifestaciones multitudinarias contra<br />

<strong>el</strong> terrorismo y a favor d<strong>el</strong> aparato de control -cárc<strong>el</strong>es incluidas-<br />

apoyado incluso por partidos maoístas. Este giro de 180 grados<br />

se explica en parte por la cuidadosa campaña propagandística<br />

emprendida por <strong>el</strong> gobierno Suárez contra los d<strong>el</strong>incuentes y a favor<br />

de las fuerzas d<strong>el</strong> orden. Pero es indudable que <strong>el</strong> eco de esta

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