La Sirena Varada: Año II, Número 6

na; sabía que todo está perdido pues
ahora menos encontraría a Perseide.
Se sentía impotente.
El tiempo siguió su marcha y Rafael no
sabía cómo volver; después de estar un
largo rato comenzó a quedarse dormido,
pero en un cabeceó lo deslumbro una luz
celeste, entonces despertó y miró con los
ojos muy abiertos, juró verla bailando
junto a las estrellas, y en efecto, era ella.
Era Perseide que caminaba hacia él y
cuando llego frente suyo, dijo
—Rafael, ¿quieres ir conmigo?
—Sí, Perseide —contesto él.
—Bien, ahora ya no tienes boleto de vuelta.
Cuando salga el sol en la tierra, este
revelará el secreto de nuestra existencia,
hablarán de nuestra belleza como algo que
jamás se ha visto en la tierra y vendrán a
buscarnos de todos los puertos y querrán
nuestra magia en las tiendas. Tú y yo ahora
somos dos cometas. Ahora seremos dos
estrellas a las que ni siquiera los astrónomos
sabrán darles nombre. Ahora que estamos
fuera de contexto, el universo nos
queda pequeño. Nadie nos alcanza, nadie
nos conoce, solo somos el viento que sopla
las nocturnas noches del verano.
Pasado esto nadie sabía que había
pasado con Rafael, quienes lo conocían
sabían que había ido a buscar a
Perseide, pero que en su intento vano
el murió. Otros comentan que algo extraño
pasó en el espacio.
Al final, ellos se volvieron todo y
nada a la vez.
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