110 RETIRO ESPIRITUAL Por Anys Felici
Día 1 Empiezo con el ayuno, orar en silencio de rodillas sobre el pequeño espacio que tengo para dormir, luego escuchar misa a las siete de la mañana, reflexionar sobre los errores cometidos en nuestra corta vida, agradecer a Dios, el seminarista pregunta quién no se ha confesado, el cura está listo para escuchar nuestros pecados. —Ave María purísima. —Sin pecado concebida. —¿Cuándo fue tu última confesión? —No me acuerdo, padre. —Dime tus pecados. Mi primer pecado es haber comulgado sin la confesión, y el segundo es que no he hecho mi primera comunión, —¡Santa madre de Dios! ¡¿Quién te dijo que podías comulgar sin el sacramento, muchacho sin vergüenza?! ¡Y no le he dicho lo peor! Me da mi penitencia y dice que saliendo del encierro me van a preparar para mi primera comunión. El lugar huele a comida, pero no nos dan, nos hacen sufrir hasta que cae la noche y nos regalan un vaso de agua natural. Día 2 El ayuno es de a huevo todos los días, la misa también, comida si hay, pero para mí no, se la tengo que ofrecer a Dios por comulgar sin recibir el sacramento, rezar el rosario cuando cae la tarde, y después dar gracias a Dios por el día que me permitió vivir. A la cama a las diez en punto y yo con el estómago vacío, me pongo de rodillas y pido perdón a dios porque me estoy muriendo de hambre y pienso salir a robar algo para comer. <strong>La</strong> puerta está abierta, no nos tienen a fuerzas. ¡A huevo nos tienen a dieta! Por lo menos a mí, los seminaristas y sacerdotes se encierran en un salón a rezar y planear lo que se hará el siguiente día. Camino como orangután por todo el lugar hasta que doy con la cocina, fuerzo la cerradura con delicadeza, soy un delincuente con modales, entro por la parte de atrás, por adelante está el comedor y está cerrado, aunque parece que hay alguien adentro, una luz se ve al interior. Una vez adentro escucho un cuchillo picando sobre una tabla de madera, la luz está apagada pero el sonido es muy claro, alguien pica verdura, me guio por el sonido, una mujer con el pelo en la cara es la que está preparando un guiso, imagino para almorzar. ¡Me muero de hambre, me gruñen las tripas! Hablo para no espantarla, levanta el rostro y el que se asusta soy yo, sus ojos son rojos por el reflejo de la luz, deja de picar y pone un dedo en sus labios, susurra despacio, hay alguien afuera y no quiere que haga ruido, luego sigue picando. Con el corazón latiendo a un ritmo fuera de lo normal, busco cualquier cosa que pueda comer, abro el refrigerador y saco leche, manzanas y un poco de queso fresco, no es suficiente pero me conformo con poco. ¡Del susto el hambre se me fue! Me apuro, el gordo que limpia las mesas viene directo hacia la cocina, corro a la puerta y miro a la mujer, entonces encienden la luz. Día 3 A las once es la merienda, fruta picada con sal y limón, el chile es para los valientes. El hombre que prepara la comida vive diario enojado, es el gordo que limpiaba las mesas, la niña no se ve por ningún lado. 111