La Sirena Varada: Año II, Número 6

que no se entendieran, darle formato
(Comic Sans, de nuevo…) y entregarlo
de forma triunfante porque sabías que
nadie haría un trabajo igual al tuyo, o
al menos ninguno de tus compañeros.
Claro que, ya en la carrera, los profesores
eran más listos, o al menos eso te
hacía creer, y decían que ellos podrían
detectar cualquier clase de plagio con
solo leerlo… Qué gran mentira, pues
no se dieron cuenta de que tu tesis
era en realidad un monstruo similar a
Frankenstein, hecho de diversas partes
de libros poco conocidos del tema todavía
menos conocido y relevante que
encontraste para hacerla.
Admítelo, eras un genio. Pero claro,
estos casos son solo la punta del iceberg,
pues también solías copiar en los
exámenes, o copiar de los solucionarios
los ejercicios que los profesores de
cálculo diferencial e integral te dejaban
de tarea; aunque si tu profesor era inteligente
no sacaría sus ejercicios de un
libro, sino de su propia cosecha… Por
supuesto eso no impedía que copiaras
los ejercicios del cerebrito del salón,
aquel pobre marginado que solo quería
ser parte de tu grupo social y al que
tus amigos y tú solo utilizaban para
obtener el tan ansiado éxito y reconocimiento
de tus profesores.
Después de haber tenido un éxito rotundo
en tu carrera de plagiador, ¿qué
siguió? El plagio en el trabajo, por supuesto.
Pero eso ya es algo menor pues,
a menos de que trabajes en alguna
área de investigación, o seas periodista,
o redactor, o cualquier otra labor que
necesite un gramo de creatividad, ya
no necesitas el plagio para nada.
Aunque después tendrás que pasarle
esas habilidades a tus hijos, si es que
quieres tener, pese a que tendrás que
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hacerte el indignado cuando llegue
a ser descubierto por sus profesores.
Aun así, en el fondo estarás orgulloso
de que siga tus pasos…
Siendo honesta, y después de soltar
tanta arena de ese lugar que todos los
hombres con los que he salido desean,
debo decir que pedí permiso al editor
en jefe para poder escribir esto ya que,
como miembro del Honorable Consejo
Editorial de La Sirena Varada, me he
dado cuenta que nunca falta alguien
que realiza un plagio y cree que no nos
vamos a dar cuenta.
Es algo que pasa más con los microcuentos,
mucho más, de verdad. En diversas
ocasiones me he visto tentada a
escribir al autor para decirle sus verdades,
pero, para la buena fortuna de todos, no
tengo acceso a los correos electrónicos.
Sin embargo esta vez no me pude
quedar callada… ¿Por qué? Resulta
que los alumnos de segundo semestre
de preparatoria de la Universidad de
la Salle en Guanajuato participaron en
masa en la sexta convocatoria. Aquí entre
nos, el editor en jefe casi llora como
niñita debido a la emoción de ver tanta
participación. Yo quería llorar pero por
todo lo que tendría que leer.
Bueno, siguiendo con el tema, me parece
que todos estos niños (porque al fin
y al cabo un adolescente sigue siendo
un niño, solo que insoportable) hicieron
su mejor esfuerzo para participar, además
participaron única y exclusivamente
con ensayos. Por un momento me
emocioné casi de la misma forma que el
editor (eso sí, sin llorar como niñita) porque
considero que eligieron un género
muy difícil para su edad.
No tuve más remedio que preparar
una jarra de café y dedicar un día completo
a leer sus ensayos. Al principio