La Sirena Varada: Año II, Número 6

Están reventando la intimidad para que
se vuelva un lujo y haya que comprarla.
¿Qué pasaría si en lugar de redes sociales
decimos series de televisión y en lugar
de intimidad decimos imaginación?
Puede ser drástico, pero no tanto
cuando se reconoce que la imaginación
está muy ligada con la intimidad.
Imaginamos con lo que somos y lo hacemos
donde nadie más ha estado ni
podrá estar: dentro de nosotros.
Creo que en un momento la producción
masiva de series de televisión reventará.
No pronto, es cierto. Pero si
tal y como sucede constantemente en
la historia de la humanidad, donde se
va de un extremo al otro, de la racionalidad
de la ilustración a la emocionalidad
del romanticismo, por ejemplo,
quizá nuestra sociedad necesite volver
de lo concreto a lo abstracto, de lo público
a lo íntimo.
Y es ahí donde la literatura puede crecer
y hacer crecer a quien vaya a su encuentro.
Porque así como en su momento tendremos
que defender el derecho a tener
una intimidad, también tendremos que
defender el derecho a imaginar. Quizá
será una lucha como la de los lectores
que, cuando se hace una película de
uno de sus libros favoritos, se niegan
a ver la adaptación porque no quieren
que esa concretización altere el mundo
que, en su intimidad, erigieron.
Y si bien se puede pensar que hay que
alentar a todas las personas a abrir un libro
para que construyan historias en su intimidad,
son los nativos de la red, los que
han nacido inmersos en las series, en las
redes, en la fugacidad y futileza de las imágenes,
quienes más necesitan el contacto
del papel y de las letras, ese que otorga la
llave al cuarto más personal que los humanos
tenemos: la imaginación.
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