La Sirena Varada: Año II, Número 6
El sexto número de "La sirena varada: Revista literaria"
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Día 1<br />
Empiezo con el ayuno, orar en silencio<br />
de rodillas sobre el pequeño espacio<br />
que tengo para dormir, luego escuchar<br />
misa a las siete de la mañana, reflexionar<br />
sobre los errores cometidos en<br />
nuestra corta vida, agradecer a Dios, el<br />
seminarista pregunta quién no se ha<br />
confesado, el cura está listo para escuchar<br />
nuestros pecados.<br />
—Ave María purísima.<br />
—Sin pecado concebida.<br />
—¿Cuándo fue tu última confesión?<br />
—No me acuerdo, padre.<br />
—Dime tus pecados.<br />
Mi primer pecado es haber comulgado<br />
sin la confesión, y el segundo es que<br />
no he hecho mi primera comunión,<br />
—¡Santa madre de Dios! ¡¿Quién te<br />
dijo que podías comulgar sin el sacramento,<br />
muchacho sin vergüenza?!<br />
¡Y no le he dicho lo peor! Me da mi penitencia<br />
y dice que saliendo del encierro<br />
me van a preparar para mi primera<br />
comunión.<br />
El lugar huele a comida, pero no nos<br />
dan, nos hacen sufrir hasta que cae la noche<br />
y nos regalan un vaso de agua natural.<br />
Día 2<br />
El ayuno es de a huevo todos los días,<br />
la misa también, comida si hay, pero<br />
para mí no, se la tengo que ofrecer a<br />
Dios por comulgar sin recibir el sacramento,<br />
rezar el rosario cuando cae la<br />
tarde, y después dar gracias a Dios por<br />
el día que me permitió vivir.<br />
A la cama a las diez en punto y yo con<br />
el estómago vacío, me pongo de rodillas<br />
y pido perdón a dios porque me estoy<br />
muriendo de hambre y pienso salir<br />
a robar algo para comer.<br />
<strong>La</strong> puerta está abierta, no nos tienen a<br />
fuerzas. ¡A huevo nos tienen a dieta! Por<br />
lo menos a mí, los seminaristas y sacerdotes<br />
se encierran en un salón a rezar y<br />
planear lo que se hará el siguiente día.<br />
Camino como orangután por todo el lugar<br />
hasta que doy con la cocina, fuerzo la<br />
cerradura con delicadeza, soy un delincuente<br />
con modales, entro por la parte<br />
de atrás, por adelante está el comedor<br />
y está cerrado, aunque parece que hay<br />
alguien adentro, una luz se ve al interior.<br />
Una vez adentro escucho un cuchillo<br />
picando sobre una tabla de madera, la<br />
luz está apagada pero el sonido es muy<br />
claro, alguien pica verdura, me guio por<br />
el sonido, una mujer con el pelo en la<br />
cara es la que está preparando un guiso,<br />
imagino para almorzar. ¡Me muero<br />
de hambre, me gruñen las tripas! Hablo<br />
para no espantarla, levanta el rostro y<br />
el que se asusta soy yo, sus ojos son rojos<br />
por el reflejo de la luz, deja de picar<br />
y pone un dedo en sus labios, susurra<br />
despacio, hay alguien afuera y no quiere<br />
que haga ruido, luego sigue picando.<br />
Con el corazón latiendo a un ritmo<br />
fuera de lo normal, busco cualquier<br />
cosa que pueda comer, abro el refrigerador<br />
y saco leche, manzanas y un poco<br />
de queso fresco, no es suficiente pero<br />
me conformo con poco. ¡Del susto el<br />
hambre se me fue! Me apuro, el gordo<br />
que limpia las mesas viene directo hacia<br />
la cocina, corro a la puerta y miro a<br />
la mujer, entonces encienden la luz.<br />
Día 3<br />
A las once es la merienda, fruta picada con<br />
sal y limón, el chile es para los valientes. El<br />
hombre que prepara la comida vive diario<br />
enojado, es el gordo que limpiaba las mesas,<br />
la niña no se ve por ningún lado.<br />
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