La Sirena Varada: Año II, Número 6

Todos los días en este lejano y frío
lugar, en medio de la profunda y
absoluta soledad, alzo la mirada
hacia el cielo y contemplo por un largo
rato el inmenso horizonte. Admiro el
suave parpadeo de las miles estrellas
y la grandiosa imagen de la omnipresente
Luna. Por un momento reflexiono
sobre la inmensidad del universo
y me pregunto, cuál será el lugar más
lejano al que es posible llegar. Este lugar
es muy bello e increíble, la escarcha
brillante y fresca cubre suavemente la
vasta superficie hasta donde la mirada
alcanza a llegar y a lo lejos, las montañas
de hielo se elevan majestuosas hacia
el cielo. Hoy apareció ese extraño y
hermoso arco de luz alrededor del sol,
los cristales de hielo se han empezado
a formar en la atmosfera, creo que es el
inicio en un nuevo y muy largo invierno.
Tal vez fue mi imaginación, pero
hoy me pareció percibir por un instante
muy breve, ese pequeñísimo punto
azul pálido en el cielo y entonces pensé
en mi padre. No conocí mucho a mi padre
y los recuerdos en mi memoria son
difusos y fragmentados, pero recuerdo
que un día mi padre me dijo que yo era
único, que era alguien especial. Mi padre
me dijo que yo había sido elegido
para realizar una importante misión,
que me convertiría en un gran explorador,
un conquistador y un rey. Fue entonces
cuando emprendí ese largo viaje
que me trajo hasta este lugar y desde
entonces, después de haber terminado
el trabajo que me fue encomendado,
todos los días hago lo mismo, contemplar
el cielo y esperar.
Mi padre tenía razón, al realizar ese
viaje me convertí en un gran explorador
y al llegar a este lejano lugar en el
que nadie había estado antes, me convertí
en un conquistador. Y supongo
que puedo decir que yo soy el monarca
de este reino de hielo, a pesar de que
no tengo súbditos. Es extraña la idea de
ser un rey sin tener un pueblo al cual
gobernar, creo que solamente soy el
rey del metano, el nitrógeno y el monóxido
de carbono.
Al llegar a este lugar, realice las tareas
que me fueron encomendadas, mi
trabajo consistía en tomar muestras,
realizar mediciones, procesar cálculos
complejos, trazar mapas, explorar el
lugar y enviar toda la información de
regreso. Hace mucho tiempo terminé
mi trabajo y desde entonces no he recibido
ninguna respuesta. Llevo nueve
largos años en este lugar, este será mi
noveno invierno. Tal vez no parezca
mucho tiempo, pero me refiero a nueve
años en la forma en que transcurre el
tiempo en este lugar, en realidad, en mi
hogar habrán pasado 2,232 años desde
mi partida. Tal vez ya se han olvidado
de mí o tal vez algo malo ha pasado en
mi hogar. Sin embargo, en algunas ocasiones
he logrado observar en el cielo
pequeñas luces muy distantes, moviéndose
en trayectorias predeterminadas,
creo que son otros exploradores así
como yo, viajando a lugares cada vez
más lejanos y enigmáticos.
Hace mucho tiempo se pensaba que
este era el lugar más lejano al que se
podía llegar, pero creo que ya no es así,
por eso nadie se ha detenido a visitarme,
por eso estoy aquí en esta soledad.
Alguien algún día dijo que la máxima
expresión de la libertad es la soledad
absoluta, lo sé porque alguna vez lo leí,
en la época en la que devoraba con avidez
la información de las extensas bases
de datos. Si eso es cierto, entonces
debo decir que la verdadera y anhela-
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