La Sirena Varada: Año II, Número 6

Aquella era la noche más gélida que el
invierno había presenciado hasta ese
momento. Aún recuerdo como sus cálidas
y suaves manos pasaban por mi
cuerpo, como intentando transmitirme
calor. Con cada respiración frustrada
que daba, mi nariz se deleitaba con el
olor a lavanda que su olor que su cuerpo
despedía. Sin embargo, ante aquellos
detalles que pareciesen placenteros
yo solo podía sentir pavor, porque
yo sé una cosa que tú no sabes, y es
que vivo solo.
Marifer De Luna
La cólera se regaba en su cuerpo, las
lágrimas rodaban por sus mejillas como
ríos sin descanso, el terror dominaba
su alma, sus manos temblaban; la lluvia
mojaba aquella vieja cabaña, sus las
pupilas parecían querer abandonar las
cuencas de sus ojos y los truenos retumbaban
en el cielo rompiendo el silencio
de la madrugada.
Poco faltaba para iniciar un día nuevo
y que la claridad inundara aquel recinto;
con una lámpara en la mano imploraba
que amaneciera y con temblores en todo
el cuerpo ilumino hacia las gradas donde
contempló a una cabra ensangrentada
inclinarse en señal de reverencia..
Liliana Ortìz
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