La Sirena Varada: Año II, Número 6
El sexto número de "La sirena varada: Revista literaria"
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Acomodó con cuidado la pala,<br />
como tratando de no hacer ruido,<br />
aunque no importaba, el vecino<br />
más cercano estaba a más de cien metros,<br />
después de la parcela que le había<br />
heredado su tía, la única familia que<br />
conoció. Abrió la puerta de la pequeña<br />
bodega para salir, aunque no importaba,<br />
daba lo mismo salir por alguno de<br />
los enormes huecos que no cubría la<br />
pared hecha de varios materiales una<br />
parrilla de refrigerador, el panel trasero<br />
de un televisor arcaico, un pedazo<br />
de lámina galvanizada y demás desechos<br />
que había reunido en su triciclo.<br />
<strong>La</strong>s piedras de la banqueta del patio<br />
estaban cubiertas de musgo por la casi<br />
constante lluvia, pero no importaba,<br />
pisó firmemente.<br />
Con sus manos huesudas envejecidas<br />
prematuramente acomodó unos<br />
trozos de leña en fogón para hacerse<br />
un café de tortilla, bebida que se permitía<br />
después de un trabajo duro. Había<br />
estado trabajando cerca de cuatro<br />
horas, pero se sentía relajada y casi con<br />
ganas de volar. Se movía sin expresión<br />
como los últimos veinte años. Casi había<br />
perdido la esperanza de volver a ser<br />
libre, los últimos años había llevado su<br />
existencia de una manera monótona<br />
esperando muy poco y convirtiendo<br />
las tareas caseras más pesadas y desagradables<br />
en sus favoritas porque estaba<br />
sola. Desde antes del amanecer<br />
hacía las tortillas para el almuerzo de<br />
don Pedro y antes que él se levantara<br />
debía tener la choza impecable y las<br />
herramientas listas para cuando se iba<br />
a trabajar a la parcela. Cuando se marchaba,<br />
ella se dirigía al molino a toda<br />
prisa antes que fuera la hora de moler<br />
cacao o café. Pero hoy, no importaba,<br />
se acomodó en la mecedora del único<br />
cuarto de la casa y se quitó las chanclas<br />
de pata de gallo que había tenido que<br />
coser por lo menos ocho veces cada<br />
una. Antes le daba vergüenza salir con<br />
ropa tan gastada, pero ya no importaba,<br />
las banquetas no tenían miradas de<br />
desprecio para ella y el orgullo se había<br />
ido mucho antes que el color del vestido<br />
que usaba a diario.<br />
No encontraba que hacer y se puso a<br />
observar sus olvidados pies, callosos y<br />
descuidados, mientras usaba su imaginación<br />
para decidir qué haría ahora que<br />
sentía que tenía todo el tiempo del mundo.<br />
Pensó en acostarse de nuevo, pero no<br />
le llamó la atención, la continua tensión<br />
hacía que su famélico cuerpo no hallara<br />
relajante ni placentera ninguna actividad.<br />
A lo lejos vio salir humo de la cocina de los<br />
vecinos, no los conocía, sólo había visto<br />
que con los años los niños habían crecido<br />
y hasta la casa había crecido para engendrar<br />
un segundo piso y barda nueva.<br />
Se sobresaltó, pero enseguida reconoció<br />
el perro que pedía su alimento. Pensó<br />
en dejarlo morir de hambre, siempre<br />
había sentido odio y repugnancia por<br />
ese animal, aunque este la respetaba y<br />
no la molestaba de más. Se levantó y bebió<br />
agua de un pocillo, lo bebió rápido<br />
como era la su costumbre, el cual lavó<br />
y acomodó rápidamente, aunque ya no<br />
había nadie que se lo exigiera.<br />
Se tocó la cara con un dolor ahora<br />
lejano, sacudiendo la sangre seca y se<br />
perdió de nuevo en sus pensamientos<br />
como hacía a cada rato. Se vio a ella<br />
de niña mientras observaba a los otros<br />
niños dirigirse a la escuela, lugar que<br />
nunca visitó siquiera. Sólo conocía la<br />
parcela donde había trabajado prácticamente<br />
toda su vida y la choza donde<br />
se encontraba. Siempre deseó ir al río,<br />
no a la parte de los lavaderos, sino más<br />
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