La Sirena Varada: Año II, Número 6

Observaba Patria en silencio los relámpagos
a través de la ventana empapada la
noche que alguien tocó a su puerta. Sigilosamente,
la señora se levantó a abrir. Mirando
la reja de la entrada moverse por el
viento, y mientras escuchaba sus chirridos
acompañados de la lluvia que golpeaba el
tejado, Patria comprendió, tras asegurarse,
que fuera no había nadie. Prontamente
sintió al viejo acercarse detrás de ella y
preguntarle quien era. Viejo era el apodo
que usaba para referirse a su padre.
—Nadie —le respondió. Sin voltearse,
a Patria se le erizó la piel
Le estaba hablando a un muerto.
Violeta González
Ana camina al anochecer, temerosa, piensa
en aquellas que no volvieron a casa, anhela
no ser una víctima más, anhela.
Alejandro Aldan
El caso era simple, sólo tenía que seguir a
Camila para asegurarme que su identidad
no hubiese sido descubierta por la mafia.
Aquella tarde hacía frío y ella llevaba
un abrigo azul y bufanda blanca; esperé
por horas en mi carro justo frente a su
casa, de repente bum todo se nubló. Me
despertó la llamada del teniente; yo estaba
en el auto, acostado, con el abrigo azul
en el asiento trasero y la bufanda. Quería
que fuera a identificar el cuerpo.
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Daniela Guadalupe Villarreal Rubio