La Sirena Varada: Año II, Número 6
El sexto número de "La sirena varada: Revista literaria"
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—Como las nutrias… —Nos dijo con<br />
los ojos queriendo saltar de su rostro<br />
sudoroso...<br />
Julia empezaba a gimotear levemente<br />
y mamá posó una mano decidida sobre<br />
los labios temblorosos de la pequeña primero,<br />
para después acariciarle la mejilla.<br />
—¿Se acuerdan del libro que leímos<br />
acerca de cómo dormían las nutrias?<br />
Se daban las manos para no perderse<br />
mientras dormían en el agua. ¿Recuerdas,<br />
Julia, cómo nos reíamos al ver la<br />
foto de las nutrias cogiditas de las manos<br />
para no perderse? Nos parecían<br />
muy listas, ¿verdad?<br />
Yo no podía dar crédito a lo que escuchaba.<br />
Sentía mareos debido al miedo<br />
intenso y mi madre hablaba de nutrias<br />
y de dormir entrelazados de manos.<br />
—¡Mamá! —la mirada se me escabullía<br />
a la puerta cerrada y regresaba<br />
incrédula hacia mi madre arrodillada<br />
ante nosotros…<br />
Me miró por el rabillo del ojo y se tomó<br />
un segundo de silencio para afinar el<br />
oído. Un segundo en el que dejó de respirar,<br />
aunque realmente boqueaba desde<br />
que había entrado en la habitación.<br />
Aparentemente, ningún nuevo escándalo<br />
violento llegó desde el piso inferior,<br />
y volvió a centrar su atención en<br />
la más pequeña.<br />
—Lo haremos así. Le darás la mano a<br />
tu hermano…<br />
—No me gusta subir ahí. Está muy<br />
oscuro…<br />
<strong>La</strong> protesta de la niña fue tajantemente<br />
cortada con el siseo típico de nuestra<br />
madre cuando quería imponer su autoridad<br />
ante los tres y mandarnos a callar.<br />
—Por eso mismo Nicky te llevará de la<br />
mano y no te soltará, ¿verdad, Nicky? —se<br />
dirigió ahora con urgencia a mi hermano<br />
quien asintió con la cabeza—. ¿Puedes<br />
guiarlos desde aquí a ese escondite tuyo<br />
sin que nadie pueda escucharles?<br />
—Sí, claro —el susurro de Nicky fue<br />
apenas un hilo de voz.<br />
Mamá prácticamente los empujó hacia<br />
la escalera que subía a la buhardilla<br />
mientras yo permanecía petrificado.<br />
—¡Mamá! —insistí convulsivamente.<br />
Pero ella me cortó con un ademán impaciente<br />
de su mano apremiando silencio.<br />
Seguía centrada en el hermano intermedio.<br />
—¿Desde allí puedes buscarle una salida a<br />
Mario para que salga de la casa sin ser visto?<br />
No llegué a escuchar la respuesta<br />
pero pareció complacer a nuestra madre,<br />
mientras a mí me parecía que era<br />
la puerta quien latía como si fuera mi<br />
corazón desbocado.<br />
—¡Mamá! —incapaz de moverme,<br />
solo acertaba a repetir llamarla una y<br />
otra vez transpirando y agitando mi pecho<br />
sin control—. ¡Mamá!<br />
Me sobresalté cuando ella me sacudió<br />
para ponerme apenas a un palmo<br />
de su cara.<br />
—¡Mario, sigue con el plan! Dale la<br />
mano a Julia y sal de la casa por donde<br />
te diga Nicky.<br />
— ¿Quiénes son? ¿Por qué estaban<br />
pegando a Papá?<br />
Se volvieron a escuchar voces intrusas,<br />
y ahora más cerca.<br />
—¿Me has entendido, Mario?<br />
Aparté la mirada, preso de una vergüenza<br />
espontánea, en parte por no<br />
controlarme, en parte porque no podía<br />
soportar ver la expresión de terror que<br />
deformaba el hasta hace poco, dulce rostro<br />
de mi madre. Con su dos manos agarró<br />
con fuerza el mío y me obligó a mirarla,<br />
creo que como nunca lo había hecho.<br />
—¡Dale la mano a tus hermanos, sal<br />
de la casa, corre lo más deprisa que<br />
puedas, busca a alguien, pide ayuda!<br />
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