La Sirena Varada: Año II, Número 6
El sexto número de "La sirena varada: Revista literaria"
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y partes de un cuerpo desconocido que<br />
habían quedado tapados por los billetes.<br />
Intentó tranquilizarse. Pensó en sus<br />
huellas digitales inscriptas en los pedazos<br />
del cuerpo que acababa de encontrar<br />
y en las pocas probabilidades que<br />
tendría de demostrar su inocencia.<br />
Decidió guardar todo otra vez en la<br />
caja, cerrarla y dejarla en el mismo lugar<br />
que antes. <strong>La</strong> tapó como pudo con la tierra<br />
que encontró a su alrededor. Sin saber<br />
qué hacer, miró de lejos la mano ensangrentada<br />
que yacía en la tierra y la tapó<br />
con algunas hojas. Pensó que con esa lluvia,<br />
todo posible rastro suyo desaparecería.<br />
Huyó. Corrió durante todo el trayecto<br />
hasta llegar al claro desde donde había<br />
partido. Se metió en su cabaña y cerró tras<br />
de sí. Recién ahí, respiró profundamente.<br />
Tanteó en los bolsillos de su campera<br />
en busca de un cigarrillo y percibió que<br />
no tenía el encendedor, se dio cuenta<br />
que lo había dejado en el bosque. Tomó<br />
la caja de fósforos que estaba en la cocina<br />
y recién al quinto intento pudo prenderlo.<br />
Poco a poco se calmó. Fue hasta<br />
el living, se recostó en el sillón y después<br />
de un rato, se quedó dormido.<br />
A la mañana siguiente, cuando despertó,<br />
la migraña era insoportable. Había<br />
dormido más de 12 horas seguidas.<br />
Se dirigió a la cocina, para hacerse un<br />
café y volvió al living. Fue entonces<br />
cuando lo vio, intacto y sin rastro alguno<br />
de tierra: el encendedor brillaba<br />
sobre la mesa.<br />
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