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Food & Wine Mayo 2020

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El término<br />

comfort food —<br />

que tomamos<br />

prestado del inglés—<br />

ha estado rumiando por las páginas de revistas y<br />

diarios desde 1966. Un concepto que el Post<br />

Beach Daily usó para describir la asociación<br />

entre las emociones y la comida, un vínculo<br />

considerado, en aquel entonces, como un puente<br />

perfecto para la obesidad. Los adultos en<br />

situaciones de estrés, explicaba el Post, recurren<br />

“a lo que podría llamarse comfort food, la<br />

comida asociada con la seguridad de la infancia”.<br />

En menos de una década, el término ingresó<br />

al diccionario de Oxford y a la curiosidad<br />

científica, dispuesta a explicar con más<br />

precisión por qué la comida —no<br />

necesariamente calórica— nos hace sentir bien<br />

o, en el otro extremo, cuestionar y descartar<br />

por completo la validez del término.<br />

Abundan estudios al respecto.<br />

Shira Gabriel, profesora asociada de<br />

psicología en la Universidad de Buffalo,<br />

publicó en Appetite un estudio que asocia el<br />

término comfort con nuestra capacidad de<br />

formar vínculos sociales —sólidos, duraderos,<br />

que generen sentido de pertenencia— más<br />

que con las calorías de un plato. “Si eres un<br />

niño pequeño y tus cuidadores primarios te<br />

dan ciertos alimentos, estos alimentos<br />

comienzan a asociarse con la sensación de<br />

ser atendidos. Y luego, cuando creces, los<br />

alimentos en sí son suficientes para revivir<br />

esa sensación de pertenencia”, explica.<br />

Cuando hicimos este artículo, planteamos esta<br />

relación entre comida y bienestar a los chefs del<br />

restaurante Meroma, Mercedes Bernal y Rodney<br />

Cusic, una pareja joven y emprendedora que,<br />

como muchos restauranteros en el mundo,<br />

hacen frente a una crisis que dejó vacías las<br />

mesas de sus locales.<br />

Mercedes y Rodney son además una pareja<br />

sentimental y binacional —ella mexicana, él<br />

estadounidense—, un factor que distingue las<br />

referencias de cada uno para definir los platos<br />

y las recetas que entran en el cajón del comfort<br />

food, de lo que les genera alivio, consuelo o<br />

refuerza su sentido de pertenencia. Para ella<br />

“no tienen que ser [recetas] muy llenadoras, ni<br />

carbohidratos, ni lácteos, sino lo que te hace<br />

sentir bien o te sientes cómodo comiendo”,<br />

como cosas picantes o platos de cocina<br />

libanesa, en su caso.<br />

Para Rodney, el concepto oscila entre esos<br />

platos “que comía de chiquitito” —inserten aquí<br />

la pasta con queso o el meatloaf— y las que lo<br />

arropan en su vida adulta, platos “con mucha<br />

acidez, soya, comida asiática como el ramen”,<br />

esa sopa que se ha colado por las fronteras para<br />

convertirse en una suerte de caldo de pollo<br />

para el alma de la generación millenial, nutrida<br />

también por referencias de la cultura pop y la<br />

eficiencia de los sistemas de entrega de comida<br />

a domicilio o para llevar.<br />

Mercedes y Rodney hicieron un menú con<br />

recetas “fáciles, que puedes hacer en 10<br />

minutos”, dice él, “cosas que aunque sean<br />

pesadas o estén fritas, se sienten ligeras porque<br />

se acompañan con mucha verdura, hierbas,<br />

cítricos y encurtidos”, agrega ella. Son recetas<br />

que son también fáciles de compartir, para<br />

reforzar ese sentido de pertenencia anclado a la<br />

mesa y recetas para construir buenos recuerdos<br />

alrededor de ella. - MARIANA CAMACHO<br />

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MAYO <strong>2020</strong>

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