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El término<br />
comfort food —<br />
que tomamos<br />
prestado del inglés—<br />
ha estado rumiando por las páginas de revistas y<br />
diarios desde 1966. Un concepto que el Post<br />
Beach Daily usó para describir la asociación<br />
entre las emociones y la comida, un vínculo<br />
considerado, en aquel entonces, como un puente<br />
perfecto para la obesidad. Los adultos en<br />
situaciones de estrés, explicaba el Post, recurren<br />
“a lo que podría llamarse comfort food, la<br />
comida asociada con la seguridad de la infancia”.<br />
En menos de una década, el término ingresó<br />
al diccionario de Oxford y a la curiosidad<br />
científica, dispuesta a explicar con más<br />
precisión por qué la comida —no<br />
necesariamente calórica— nos hace sentir bien<br />
o, en el otro extremo, cuestionar y descartar<br />
por completo la validez del término.<br />
Abundan estudios al respecto.<br />
Shira Gabriel, profesora asociada de<br />
psicología en la Universidad de Buffalo,<br />
publicó en Appetite un estudio que asocia el<br />
término comfort con nuestra capacidad de<br />
formar vínculos sociales —sólidos, duraderos,<br />
que generen sentido de pertenencia— más<br />
que con las calorías de un plato. “Si eres un<br />
niño pequeño y tus cuidadores primarios te<br />
dan ciertos alimentos, estos alimentos<br />
comienzan a asociarse con la sensación de<br />
ser atendidos. Y luego, cuando creces, los<br />
alimentos en sí son suficientes para revivir<br />
esa sensación de pertenencia”, explica.<br />
Cuando hicimos este artículo, planteamos esta<br />
relación entre comida y bienestar a los chefs del<br />
restaurante Meroma, Mercedes Bernal y Rodney<br />
Cusic, una pareja joven y emprendedora que,<br />
como muchos restauranteros en el mundo,<br />
hacen frente a una crisis que dejó vacías las<br />
mesas de sus locales.<br />
Mercedes y Rodney son además una pareja<br />
sentimental y binacional —ella mexicana, él<br />
estadounidense—, un factor que distingue las<br />
referencias de cada uno para definir los platos<br />
y las recetas que entran en el cajón del comfort<br />
food, de lo que les genera alivio, consuelo o<br />
refuerza su sentido de pertenencia. Para ella<br />
“no tienen que ser [recetas] muy llenadoras, ni<br />
carbohidratos, ni lácteos, sino lo que te hace<br />
sentir bien o te sientes cómodo comiendo”,<br />
como cosas picantes o platos de cocina<br />
libanesa, en su caso.<br />
Para Rodney, el concepto oscila entre esos<br />
platos “que comía de chiquitito” —inserten aquí<br />
la pasta con queso o el meatloaf— y las que lo<br />
arropan en su vida adulta, platos “con mucha<br />
acidez, soya, comida asiática como el ramen”,<br />
esa sopa que se ha colado por las fronteras para<br />
convertirse en una suerte de caldo de pollo<br />
para el alma de la generación millenial, nutrida<br />
también por referencias de la cultura pop y la<br />
eficiencia de los sistemas de entrega de comida<br />
a domicilio o para llevar.<br />
Mercedes y Rodney hicieron un menú con<br />
recetas “fáciles, que puedes hacer en 10<br />
minutos”, dice él, “cosas que aunque sean<br />
pesadas o estén fritas, se sienten ligeras porque<br />
se acompañan con mucha verdura, hierbas,<br />
cítricos y encurtidos”, agrega ella. Son recetas<br />
que son también fáciles de compartir, para<br />
reforzar ese sentido de pertenencia anclado a la<br />
mesa y recetas para construir buenos recuerdos<br />
alrededor de ella. - MARIANA CAMACHO<br />
38<br />
MAYO <strong>2020</strong>