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SON ALTOS Y RETORCIDOS, CALIENTES AL<br />
TACTO, EMPACADOS EN PAPEL DE ESTRAZA<br />
OSCURECIDO POR EL ACEITE QUE BRILLAN<br />
CONFORME SUS CRISTALES DE AZÚCAR<br />
ATRAPAN Y REFRACTAN LA LUZ DE LA TARDE.<br />
LA CHEF CLAUDETTE ZEPEDA le pasa un billete al vendedor por la<br />
ventanilla del conductor y saca un churro, liberando una pequeña<br />
y celestial nube de canela en polvo. “Los churros de la frontera<br />
son los mejores”, dice, “hay algo en su textura”.<br />
Estamos en Tijuana, México, a pocos metros de la puerta<br />
de entrada de San Ysidro, uno de los cruces fronterizos más<br />
concurridos del mundo. Para cientos de miles de los 4.9 millones<br />
de personas que viven en la región de San Diego-Tijuana en<br />
ambos países, atravesar la frontera México-Estados Unidos –ya<br />
sea por trabajo, para visitar a la familia, para hacer un mandado–<br />
es parte del ritmo diario de la vida. Pero es julio de 2019, y la<br />
atmósfera se siente tensa al conocerse que, después de ser<br />
aprehendidos, al menos seis niños murieron bajo la custodia de<br />
la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos<br />
en los recientes 10 meses. Encrispando aún más los nervios, sólo<br />
un día antes, un ciudadano norteamericano de 18 años había<br />
sido liberado del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas<br />
en Texas después de 23 días de detención injustificada. Había<br />
perdido 13 kilos y no se había bañado en más de tres semanas.<br />
El miedo en el aire es tangible entre los vendedores callejeros<br />
que se entretejen en las largas filas de tráfico. Pero para Zepeda, el<br />
cruce es también algo familiar, una realidad cotidiana de la vida<br />
desde que tiene memoria. “En preparatoria nos íbamos de pinta<br />
y veníamos a TJ. Era un tope, no una frontera”, cuenta la chef.<br />
Zepeda nació en San Diego –su madre cruzó la frontera dos<br />
semanas antes de dar a luz para asegurarse de que su hija tenga<br />
la ciudadanía estadounidense. Días después de su nacimiento,<br />
las dos volvieron a Tijuana, donde Zepeda pasó su infancia,<br />
aprendiendo inglés con Plaza Sésamo y viendo repeticiones de<br />
The French Chef, de Julia Child. La familia se mudó a San Diego<br />
en los 90, y Zepeda aún vive ahí, pero su relación con ambas<br />
ciudades es fluida. Hace viajes semanales a Tijuana para comprar<br />
quesos mexicanos imposibles de enontrar en Estados Unidos,<br />
botellitas de chamoy de jamaica para preparar vinagretas y cajas<br />
de callo de hacha, las vieiras dulces y firmes con forma de media<br />
luna originarias del Mar de Cortés, que se esponjan tanto en el<br />
aguachile que pereciera que van a explotar, salpicando riachuelos<br />
de tomatillo y limón.<br />
La acompaño en uno de estos viajes, y nos dirigimos hacia el<br />
sur por la interestatal 5 hasta que llegamos al Mercado Hidalgo:<br />
el corazón de Tijuana, según Zepeda. Antes de ir de compras<br />
paramos en Tacos Fritos, un puesto legendario de birria en<br />
una orilla del mercado, donde vemos a un taquero sumergir<br />
tortillas en aceite de chiles color carmesí, asarlas en una parrila<br />
y doblarlas alrededor de carne deshebrada. Comemos tacos<br />
de birria y sorbemos caldo mientras Zepeda me lleva por la<br />
aventura que fue para ella entrar al mundo de la cocina. Trabajó<br />
en San Diego, para Javier Plascencia, en Bracero, y para Gavin<br />
Kaysen en El Bizcocho. Compitió en Top Chef México, lo que<br />
describe como una de las experiencias más significativas de su<br />
vida; tiene el sentimiento opuesto sobre su participación en la<br />
temporada 15 de la versión estadounidense: “Fui la mexicana<br />
enojada”, dice al respecto, aunque la exposición le ayudó a abrir<br />
su propio restaurante, El Jardín, en Liberty Station, en San Diego.<br />
(Dejó el proyecto en el verano de 2019. Se espera que su próximo<br />
restaurante abra el próximo invierno.)<br />
En el recuento, Zepeda aparece como una madre tierra,<br />
intentando curar el trauma generacional. “Como mujeres,<br />
llevamos en el vientre la carga, el dolor y el sufrimiento de<br />
nuestros ancestros”, cuenta, hablando de su experiencia como<br />
madre soltera de dos niños antes de cumplir 21 años, o recordando<br />
a su abuela, que sabía sólo dos frases en inglés: “bien” y “también<br />
te quiero”. Pero unos segundos después, cambia de velociad: “Hay<br />
ciertos puentes que me vale madres quemar”, revela, acordándose<br />
de un compañero de trabajo tóxico en particular, o de las veces<br />
en que ha sido minimizada, olvidada. Uno empieza a entender<br />
que el don de Zepeda está en habitar los dos roles: el de madre<br />
y el de militante, el de la empatía y la fortaleza, el de protectora<br />
y el de vengadora. Es parte de su encanto.<br />
En el Mercado Hidalgo nos adentramos en sus 80 puestos,<br />
pausando para probar tamarindo fresco o para comprar piñones,<br />
queso Ramonetti y chiltepines, y<br />
para ver cómo los vendedores<br />
libran y pierden su infinita batalla<br />
en contra de las abejas que se<br />
apiñan en los conos de piloncillo.<br />
Los churros de azúcar y<br />
canela de Zepeda rinden<br />
homenaje a los sabores<br />
de Tijuana.<br />
FOOD STYLING: CHELSEA ZIMMER; PROP STYLING: THOM DRIVER; PEINADO Y MAQUIILLAJE: ELIZABETH ROOT.<br />
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MAYO <strong>2020</strong>