La sociedad del espectáculo
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Presentación a la presente edición<br />
postmodernidad, con su alegada “Muerte de la Historia”. El mismo<br />
Debord, en sus posteriores Comentarios sobre la <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong>,<br />
afirmó en 1988 que:<br />
<strong>La</strong> valiosa ventaja que el <strong>espectáculo</strong> ha obtenido de este colocar<br />
fuera de la ley a la historia, de haber condenado a toda la historia<br />
reciente a pasar a la clandestinidad y de haber hecho olvidar, en<br />
general, el espíritu histórico en la <strong>sociedad</strong>, es, en primer lugar,<br />
ocultar su propia historia: el movimiento de su reciente conquista<br />
<strong>del</strong> mundo.<br />
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Pero no es solo el capitalismo lo que naufraga en el laberinto de<br />
las representaciones. <strong>La</strong> tentación <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong> también invita a<br />
la izquierda a sustituir el ser por el tener y el tener por la apariencia.<br />
En su “Prólogo a la tercera edición” en 1992, afirma Debord que<br />
“Esta voluntad de modernización y unificación <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong> es<br />
la que ha conducido a la burocracia rusa a convertirse repentinamente,<br />
en 1989, a la actual ideología de la democracia: es decir, a la<br />
libertad dictatorial <strong>del</strong> mercado, atemperada por el reconocimiento<br />
de los derechos <strong>del</strong> hombre espectador”. Y también, “<strong>La</strong> coherencia<br />
de la <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong> de alguna manera ha dado<br />
la razón a los revolucionarios, puesto que se ha visto claramente<br />
que no se puede reformar el detalle más insignificante sin deshacer<br />
el conjunto. Pero, a la vez, esa coherencia ha suprimido cualquier<br />
tendencia revolucionaria organizada suprimiendo los terrenos<br />
sociales donde esta había podido expresarse mejor o peor: <strong>del</strong><br />
sindicalismo a los diarios, de la ciudad a los libros. De una sola vez<br />
ha podido ponerse en evidencia la incompetencia y la irreflexión<br />
de las que esa tendencia era portadora natural. Y, en el plano individual,<br />
la coherencia reinante es muy capaz de eliminar, o comprar,<br />
algunas eventuales excepciones”. Como señalo al final de mi libro<br />
<strong>La</strong> máscara <strong>del</strong> Poder (1988):“Mientras busquemos el Poder a través<br />
de la máscara, la Máscara nos tendrá en su poder”.<br />
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