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La sociedad del espectáculo

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<strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong><br />

Guy Debord<br />

de transmitirlo luego a la vasta continuación subversiva que no<br />

podrían menos de inaugurar.<br />

Se conoce la fuerte inclinación que tienen los hombres a repetir<br />

inútilmente fragmentos simplificados de teorías revolucionarias<br />

antiguas, cuyo desgaste se les oculta por el simple hecho de que<br />

no intentan aplicarlas a ninguna lucha efectiva por transformar<br />

las condiciones en las que verdaderamente se encuentran; de<br />

manera que tampoco comprenden mucho mejor cómo esas teorías<br />

se podían emplear, con distinta fortuna, en los conflictos de otros<br />

tiempos. A pesar de eso, para quien examine fríamente la cuestión<br />

no puede caber ninguna duda de que quienes quieran realmente<br />

revolucionar una <strong>sociedad</strong> establecida deben formular una<br />

teoría que explique fundamentalmente esa <strong>sociedad</strong>, o que por lo<br />

menos tenga visos de darle una explicación satisfactoria. Una vez<br />

esa teoría se haya divulgado un poco, con tal que eso suceda en los<br />

enfrentamientos que turban el descanso público, e incluso antes de<br />

que haya sido exactamente comprendida, el descontento latente<br />

en todas partes se verá agravado y exasperado por la mera noticia<br />

vaga de la existencia de una condenación teórica <strong>del</strong> orden de las<br />

cosas. Y luego, cuando se empiece a librar con cólera la guerra de<br />

la libertad, todos los proletarios pueden convertirse en estrategas.<br />

Una teoría general calculada a este fin sin duda debe evitar,<br />

ante todo, que parezca una teoría visiblemente falsa; no debe exponerse,<br />

por tanto, al riesgo de quedar refutada por los acontecimientos.<br />

Pero también es preciso que sea una teoría enteramente<br />

inaceptable. Es preciso que pueda declarar que el centro mismo<br />

<strong>del</strong> mundo existente es malo, ante la estupefacción indignada de<br />

cuantos lo consideran bueno; debe haber descubierto su naturaleza<br />

exacta. <strong>La</strong> teoría <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong> satisface esos dos requisitos.<br />

El primer mérito de una teoría crítica exacta es que enseguida<br />

hace que todas las demás parezcan ridículas. Así en 1968, entre las<br />

otras corrientes que, en el movimiento de negación por el cual se inició<br />

el declive de las formas de dominación de estos tiempos, vinieron a<br />

defender su propio atraso y sus cortas ambiciones, ninguna disponía<br />

de un libro de teoría moderna, ni reconocía tan siquiera algo de<br />

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