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La sociedad del espectáculo

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Prólogo a la cuarta edición italiana<br />

presa con trampas, en leones que no temen nada ni a nadie mientras<br />

la tengan en su poder, y en borregos que no sacan de ese golpe<br />

absolutamente nada que perjudique al régimen que supuestamente<br />

están desafiando. Se nos dice que tienen la suerte de habérselas con<br />

la policía más inepta <strong>del</strong> mundo, y que además han logrado infiltrarse<br />

sin dificultad hasta sus más altas esferas. Es una explicación<br />

poco dialéctica. Una organización sediciosa que pusiera a algunos<br />

de sus miembros en contacto con los servicios de seguridad <strong>del</strong><br />

Estado –a menos que los hubiera introducido ya muchos años antes<br />

para que cumplieran lealmente su tarea hasta que llegara la gran<br />

ocasión de servirse de ellos–, debería contar con que sus manipuladores<br />

fueran a su vez manipulados de vez en cuando, y carecería,<br />

por tanto, de esa olímpica certeza de impunidad que caracteriza al<br />

jefe <strong>del</strong> Estado mayor de la “brigada roja”. Pero el Estado italiano lo<br />

explica mejor, con la aprobación unánime de quienes lo defienden.<br />

Pensaba, como cualquier otro, infiltrar a unos agentes de sus servicios<br />

especiales en las redes terroristas clandestinas, donde enseguida<br />

les resultaría muy fácil asegurarse una rápida carrera que<br />

los llevara hasta la dirección, ante todo haciendo caer a sus superiores,<br />

como hicieron, por cuenta de la Ojrana zarista, Malinovski,<br />

quien engañó incluso al astuto Lenin, o Azev, quien una vez situado<br />

a la cabeza de la “organización de combate” <strong>del</strong> partido socialista<br />

revolucionario, llevó la maestría hasta el punto de hacer asesinar<br />

él mismo al primer ministro Stolypin. Una sola coincidencia desafortunada<br />

vino a entorpecer la buena voluntad <strong>del</strong> Estado: sus<br />

servicios especiales acababan de ser disueltos. Hasta ahora ningún<br />

servicio se ha disuelto como se disuelve, por ejemplo, la carga de<br />

un buque petrolero gigante en las aguas costeras o una parte de la<br />

producción industrial moderna en Seveso. Aquel servicio cambió<br />

simplemente de nombre, conservando sus archivos, sus soplones<br />

y sus enlaces. El caso es que en Italia el Servicio de Información<br />

Militar (SIM) <strong>del</strong> régimen fascista, famoso por los actos de sabotaje<br />

y los asesinatos que perpetró en el extranjero, bajo el régimen cristianodemócrata<br />

se había convertido en Servicio de Información de<br />

Defensa (SID). Por lo demás, cuando se programó por ordenador<br />

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