La sociedad del espectáculo
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Capítulo 4: El proletariado como sujeto y como representación<br />
impotencia y la mistificación de la vieja política. Sin embargo, cuando<br />
el proletariado descubre que su propia fuerza exteriorizada contribuye<br />
al fortalecimiento permanente de la <strong>sociedad</strong> capitalista, ya no<br />
solamente bajo la forma de su trabajo, sino también bajo la forma de<br />
los sindicatos, los partidos o el poder estatal que él había construido<br />
para emanciparse, descubre también por la experiencia histórica<br />
concreta que él es la clase totalmente enemiga de toda exteriorización<br />
fijada y de toda especialización <strong>del</strong> poder. Es portador de la revolución<br />
que no puede dejar nada fuera de sí misma, la exigencia de la dominación<br />
permanente <strong>del</strong> presente sobre el pasado y la crítica total de la<br />
separación; y es aquí donde debe encontrar la forma adecuada en la<br />
acción. Ninguna mejora cuantitativa de su miseria, ninguna ilusión de<br />
integración jerárquica son un remedio durable contra su insatisfacción,<br />
porque el proletariado no puede reconocerse verídicamente en<br />
una injusticia particular que haya sufrido ni tampoco en la reparación<br />
de una injusticia particular, ni de un gran número de injusticias, sino<br />
solamente en la absoluta injusticia de ser arrojado al margen de la vida.<br />
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De los nuevos signos de negación, incomprendidos y falsificados<br />
por la organización espectacular, que se multiplican en los países<br />
más avanzados económicamente, se puede ya sacar la conclusión<br />
de que una nueva época ha comenzado: tras la primera tentativa de<br />
subversión obrera ahora es la abundancia capitalista la que ha fracasado.<br />
Cuando las luchas antisindicales de los obreros occidentales<br />
son reprimidas en primer lugar por los propios sindicatos y cuando<br />
las revueltas actuales de la juventud lanzan una primera contestación<br />
informe, que implica de modo inmediato el rechazo de la antigua política<br />
especializada, <strong>del</strong> arte y de la vida cotidiana, están aquí presentes<br />
las dos caras de una lucha espontánea que comienza bajo el aspecto<br />
criminal. Son los signos precursores <strong>del</strong> segundo asalto proletario<br />
contra la <strong>sociedad</strong> de clases. Cuando los hijos perdidos de este ejército<br />
todavía inmóvil reaparecen sobre este terreno, devenido otro y<br />
permaneciendo él mismo, siguen a un nuevo General Ludd que, esta<br />
vez, los lanza a la destrucción de las máquinas <strong>del</strong> consumo permitido.<br />
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