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Formar Leitores para Ler o Mundo - Leitura Gulbenkian - Fundação ...

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habían bibliotecas donde asistir, no las había de ningún tipo, ni escolar<br />

ni pública. Tampoco librerías, solo un estanco en el que se vendían, además<br />

de alpargatas, muchos tebeos y algún libro. En mi casa no había<br />

libros. El oficio de mi familia desde mi tatarabuelo era el de carretero,<br />

tenían un taller donde se construían carros y utensilios de madera <strong>para</strong><br />

el campo. Mi bisabuelo, como patriarca de la familia, decía: «Primero es la<br />

obligación que la devoción.» Leer se consideraba una devoción, el trabajo<br />

manual era la obligación. Sin embargo me hice librero de profesión<br />

(desde el año 1971), fue por casualidad, encontrando en este oficio mi<br />

vocación de difusor de libros, comprometido con la formación de lectores<br />

y con la promoción de la lectura en todas las edades.<br />

Yo era un librero «progre», creía que podía cambiar el mundo con la lectura<br />

de libros que ayudaran a pensar, a plantearse la vida social y política,<br />

a tener nuevas ideas pese a que estuvieran prohibidas... En el 1975<br />

abrimos una pequeña librería en Mataró junto con cinco compañeros, le<br />

dimos la estructura jurídica de una cooperativa de trabajo, «ROBAFAVES<br />

s.c.c.l.», nos entregamos al oficio con propuestas dinámicas, colaborando<br />

con el movimiento ciudadano y con el mundo escolar. Aprendimos el oficio<br />

ejerciendo de libreros-dinamizadores culturales y fuimos creciendo en<br />

número, hasta que en julio de 1981 vino el desastre.<br />

La noche en que las letras se liberaron<br />

Aquella noche se había desencadenado una tormenta de verano. Por la<br />

mañana llegué a la tienda <strong>para</strong> abrirla al público, hacia sol como cada<br />

mañana. La librería estaba situada en la calle Torrente, una de las calles<br />

que canalizan el agua hacia el mar en una ciudad de la costa catalana.<br />

Aquella noche, la del 18 de julio, no había colocado los protectores en el<br />

portal tal como acostumbraba cuando temía que lloviera de manera<br />

torrencial.<br />

Cuando abrí la puerta metálica de la tienda y quise entrar, una sensación<br />

de humedad y olor a papel mojado me invadió los sentidos. Quise abrir<br />

las luces, pero saltaron los fusibles; a medida que penetraba hacia el interior<br />

de la tienda de libros mis pies se humedecían y mi cabeza recibía<br />

goteos constantes. Todo el piso estaba embarrancado de agua y el techo<br />

goteaba completamente, el cielo raso estaba empapado.<br />

La librería se había instalado en una antigua bodega de vino, la casa tenia<br />

un patio superior que se sostenía con vigas de madera, al cubrir estas<br />

vigas con el moderno cielo raso habíamos dejado un agujero <strong>para</strong> que respirase<br />

la humedad acumulada, fue por este agujero que se había colado<br />

el agua de la azotea al taponarse el desagüe del patio superior.<br />

¡Que desastre! estaba lloviendo en el interior de la librería y además el<br />

agua había entrado por la puerta inundando todo el piso.<br />

¡¡Los libros!!, grité,<br />

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¿Os imagináis los libros?, estaban situados en mesas y en estantes bien<br />

ordenados. ¡¡Todos empapados de agua!!<br />

Los libros de las mesas de novedades estaban chorreando, pero no solo<br />

estos, también los de los estantes de las paredes que habían recibido el<br />

agua del techo de la librería y, de un estante a otro, el agua había penetrado<br />

en los lomos y en el interior de cada uno.<br />

¡¡Que tragedia!!<br />

Ante semejante espectáculo, me derrumbé.<br />

Todo el trabajo de tantos años de sacrificio <strong>para</strong> hacer que la tienda fuera<br />

negocio, <strong>para</strong> que pudiéramos vivir de nuestro trabajo, del trabajo de<br />

librero que tanto amábamos, se hundía por causa de una inundación.<br />

¿Quién iba a comprar libros mojados, enganchados, retorcidos...?<br />

Si no podíamos vender los libros era nuestra ruina, podía significar el cierre<br />

de la librería.<br />

Sentí temblor en la espalda y un sudor frío me empapó, se me aflojaron<br />

las piernas y caí al suelo mojándome los pantalones. Sentado en el piso<br />

de la librería me di cuenta que flotaban sobre el agua unas minúsculas<br />

formas negras, ¿podían ser insectos de los que comen papel? Cogí un<br />

puñado y al abrir la mano pude observar sorprendido que eran letras. ¿De<br />

donde habían salido tantas letras? Intrigado, empecé a abrir libros, sus<br />

hojas estaban en blanco, más libros y más libros mojados..., ¡¡todos estaban<br />

en blanco!!<br />

¡Se habían despegado todas las letras de los libros!<br />

¿Como podía solucionar el problema? Se trataba de recoger las letras y<br />

volverlas a colocar dentro de los libros. ¿Pero en que orden? No sabia lo<br />

que decían todos los libros, algunos si porqué los leemos, ¿pero todos?<br />

Los libreros sabemos de los libros su olor, porqué los libros huelen.<br />

Sabemos su tacto, según la calidad del papel... casi podemos deducir su<br />

sabor, ¡pero lo que dicen...!<br />

En nuestra librería recibimos más de 82 libros nuevos cada día, unos<br />

22.000 libros de novedad al año. No los leemos todos, no disponemos de<br />

tanto tiempo, por lo que no sabemos lo que dice cada uno. No podíamos<br />

volver a colocar las letras dentro de cada libro <strong>para</strong> que dijera lo mismo<br />

que había escrito su autor y poder venderlos, y si no los podíamos vender...<br />

estábamos arruinados, era una gran catástrofe <strong>para</strong> nuestro negocio,<br />

<strong>para</strong> nuestra cooperativa de trabajo, <strong>para</strong> la librería Robafaves.<br />

Nos reunimos en asamblea extraordinaria, todos los compañeros de la<br />

cooperativa nos sometimos a una tormenta de ideas <strong>para</strong> encontrar la<br />

que nos salvara. Después vino la calma i elaboramos una propuesta que<br />

podía salvarnos si nuestra intuición sobre la lectura era cierta.<br />

Nos pusimos a trabajar juntos <strong>para</strong> pescar las letras, aplicando todos los<br />

métodos y sistemas de pescar letras... luego poníamos las letras a secar al<br />

sol. Era el mes de julio y la mañana era espléndida. Secamos los libros ten-

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