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la era del diamante.pdf

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movió, siguiendo los desp<strong>la</strong>zamientos de su<br />

mandíbu<strong>la</strong> y <strong>la</strong>bios. Fu<strong>era</strong>, Fred Epidermis<br />

manejaba los controles de edición, acercándose a su<br />

cara, que <strong>era</strong> tan densa como el núcleo galáctico. En<br />

comparación, sus brazos y piernas <strong>era</strong>n brumosas<br />

nebulosas y <strong>la</strong> parte de atrás de su cabeza <strong>era</strong> casi<br />

invisible, con un total de unos cien 'sitos colocados<br />

alrededor <strong>del</strong> cuero cabelludo como los vértices de<br />

una cúpu<strong>la</strong> geodésica. Los ojos <strong>era</strong>n agujeros<br />

vacíos, excepto (suponía) cuando los cerraba. Sólo<br />

por probar, hizo un guiño al mediatrón. Los 'sitos de<br />

los párpados <strong>era</strong>n tan densos como <strong>la</strong>s hojas de<br />

hierba en un jardín, pero unidos en acordeón<br />

excepto cuando el párpado se expandía sobre el ojo.<br />

Fred Epidermis reconoció el movimiento y aumentó<br />

<strong>la</strong> imagen tan violentamente que el<strong>la</strong> casi se cayó de<br />

culo. Pudo oírle reír.<br />

—Te acostumbrarás, Carlño —dijo—. Quédate<br />

quieta mientras compruebo los 'sitos en los <strong>la</strong>bios.<br />

Se dirigió a los <strong>la</strong>bios, moviéndolos de un<br />

<strong>la</strong>do a otro, mientras el<strong>la</strong> los arrugaba y los apretaba.<br />

Agradeció que <strong>la</strong> drogasen cuando hicieron los<br />

<strong>la</strong>bios; allí había miles de nanositos.

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