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la era del diamante.pdf

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Un día, después de volver de un viaje al<br />

<strong>la</strong>vabo, se sorprendió al ver que Fiona apenas había<br />

copiado una página, aunque había estado allí durante<br />

horas.<br />

Después de aquello, Nell vigiló a Fiona de<br />

vez en cuando. Notó que Fiona nunca dejaba de<br />

escribir, pero no prestaba atención a los viejos libros.<br />

Cuando acababa cada página, <strong>la</strong> dob<strong>la</strong>ba y <strong>la</strong> metía en<br />

su redecil<strong>la</strong>. De vez en cuando, se paraba y miraba<br />

por <strong>la</strong> ventana durante unos minutos, y luego seguía;<br />

o colocaba ambas manos sobre <strong>la</strong> cara y se<br />

ba<strong>la</strong>nceaba de un <strong>la</strong>do a otro en silencio durante un<br />

rato antes de entregarse a un <strong>la</strong>rgo impulso de<br />

escritura que podía cubrir varias páginas en unos<br />

minutos.<br />

La señorita Stricken entró una tarde en <strong>la</strong><br />

habitación, cogió el montón de páginas de <strong>la</strong> mesa de<br />

Nell, <strong>la</strong>s pasó y permitió que su barbil<strong>la</strong> descendiese<br />

unos milímetros. Aquel vestigio casi imperceptible<br />

de un saludo <strong>era</strong> su forma de decir que Nell podía<br />

irse. Nell comprendió que un modo que tenía <strong>la</strong><br />

señorita Stricken para reafirmar su poder sobre <strong>la</strong>s<br />

chichas <strong>era</strong> hacer que sus deseos sólo fuesen

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