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la era del diamante.pdf

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entrenamientos al día. Por tanto, después de destetar<br />

a Fiona y cuando se acercaba el momento en que<br />

Gwen tendría que dejar <strong>la</strong>s prendas premamá,<br />

habían contratado a Tiffany Sue; otro de esos gastos<br />

re<strong>la</strong>cionados con los hijos que Hackworth no había<br />

imaginado hasta que <strong>la</strong>s facturas habían empezado a<br />

llegar. Gwen le acusaba, medio en broma, de tener<br />

sólo ojos para Tiffany Sue. La acusación <strong>era</strong> casi una<br />

formalidad estándar en los matrimonios modernos, ya<br />

que <strong>la</strong>s asistentas de <strong>la</strong>s damas solían ser jóvenes,<br />

bonitas y de piel inmacu<strong>la</strong>da. Pero Tiffany Sue <strong>era</strong><br />

una tete 3 típica, gritona, sin c<strong>la</strong>se y muy maquil<strong>la</strong>da,<br />

y Hackworth no podía soportar<strong>la</strong>. Si él tenía ojos<br />

para alguien, <strong>era</strong> para <strong>la</strong>s Carlátides que sostenían <strong>la</strong>s<br />

pesas; al menos tenían un gusto impecable.<br />

La señora Hull no le había oído y todavía<br />

andaba medio dormida por su habitación.<br />

Hackworth puso un bollo en el horno tostador y<br />

salió al diminuto balcón de su piso con una taza de<br />

té, disfrutando un poco de <strong>la</strong> brisa matutina <strong>del</strong><br />

estuario <strong>del</strong> Yangtsé.<br />

3

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