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la era del diamante.pdf

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ejercicio de Gwendolyn, que bril<strong>la</strong>ba pese a <strong>la</strong> poca<br />

luz que atravesaba <strong>la</strong>s nubes de Shanghai: una<br />

unidad de ejercicios fabricada en el taller de Beaux-<br />

Arts, una máquina de remo decorada<br />

inteligentemente con serpientes de mar que se<br />

retorcían y pesadas nereidas, un juego de pesos<br />

apoyados sobre cuatro Carlátides de buenas formas;<br />

nada de fornidos griegos sino mujeres modernas,<br />

una por cada grupo racial importante, con los<br />

tríceps, glúteos-, músculos dorsal, sartorios y rectos<br />

anteriores resaltados. Ciertamente arquitectura<br />

clásica. Se suponía que <strong>la</strong>s Carlátides debían de ser<br />

mo<strong>del</strong>os; a pesar de sutiles diferencias raciales, cada<br />

cuerpo encajaba en el ideal <strong>del</strong> momento: cinturas<br />

de veintidós centímetros, no más de un 17 % de<br />

grasa corporal. Ese tipo de cuerpo no podía<br />

falsificarse con ropa interior, a pesar de lo que<br />

decían los anuncios de <strong>la</strong> revistas femeninas; los<br />

ajustados corpiños de <strong>la</strong> moda actual y <strong>la</strong>s te<strong>la</strong>s<br />

modernas más <strong>del</strong>gadas que una pompa de jabón<br />

hacían que todo fuese evidente. La mayoría de <strong>la</strong>s<br />

mujeres que no tenían una fuerza de voluntad<br />

sobrehumana no podía pasar sin una criada que <strong>la</strong>s<br />

ayudase a soportar dos o tres vigorosos

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