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la era del diamante.pdf

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el equilibrio. Se quedó conge<strong>la</strong>da allí durante unos<br />

minutos, intentando resistir <strong>la</strong> tentación de volverse,<br />

y finalmente se rindió. Su expresión <strong>era</strong> de perfecto<br />

desprecio mezc<strong>la</strong>do con fascinación.<br />

—Por favor, ejerza su función —dijo<br />

Hackworth—, y evite los histrionismos vulgares.<br />

Amelia, sorprendida, subió corriendo <strong>la</strong><br />

escal<strong>era</strong> con <strong>la</strong> tarjeta manchada. A eso siguió mucha<br />

conmoción apagada en el piso de arriba. Después de<br />

unos minutos, Amelia se aventuró hasta el<br />

descansillo y pidió a Hackworth que se pusiese<br />

cómodo en el salón. Lo hizo, notando que en su<br />

ausencia, Gwendolyn se <strong>la</strong>s había arreg<strong>la</strong>do para<br />

consumar todas sus estrategias de compra de<br />

muebles a <strong>la</strong>rgo p<strong>la</strong>zo que había estado p<strong>la</strong>neando<br />

durante tanto tiempo los primeros años de su<br />

matrimonio. Las mujeres y viudas de los agentes<br />

secretos en Defensa <strong>del</strong> Protocolo podían confiar en<br />

que se <strong>la</strong>s cuidase bien, y Gwen no había permitido<br />

que el sa<strong>la</strong>rio de Hackworth se quedase inactivo<br />

cogiendo polvo.<br />

Su ex mujer bajó <strong>la</strong> escal<strong>era</strong> con caute<strong>la</strong>,<br />

permaneció fu<strong>era</strong> de <strong>la</strong>s puertas de vidrio bise<strong>la</strong>do

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