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Antología - Banco de Reservas

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<strong>Antología</strong> José Gabriel García<br />

la opinión, reconociendo sus virtu<strong>de</strong>s y sus méritos, los haya obligado a cambiar el arado por el bastón<br />

<strong>de</strong> la presi<strong>de</strong>ncia; y lo que es peor todavía, dividido en ban<strong>de</strong>rías políticas que no saben qué<br />

quieren, ni adón<strong>de</strong> van; ¡cuadro fantástico que ojalá no se vea nunca alambrado por la luz<br />

<strong>de</strong> la realidad, y solo que<strong>de</strong> consignado en el papel que lo contiene como prueba <strong>de</strong> lo que<br />

pue<strong>de</strong> la imaginación cuando está alucinada por el error, o excitada por el valor escan<strong>de</strong>cente<br />

<strong>de</strong> las pasiones políticas!<br />

Pero como resulta que para <strong>de</strong>mostrarle, no con subterfugios sino con razonamientos,<br />

no con artificios sino con hechos, que nuestras contiendas civiles no han sido obra <strong>de</strong>l <strong>de</strong>senfreno,<br />

ni <strong>de</strong>l espíritu turbulento <strong>de</strong> las masas, puesto que, buenos o malos, todas han tenido<br />

propósitos bien <strong>de</strong>finidos y fijos; que en nuestros lapsos <strong>de</strong> fiebre revolucionaria no hemos visto con<br />

indiferencia el tiempo <strong>de</strong> mando señalado al jefe <strong>de</strong>l Estado, puesto que en nuestras constituciones<br />

se registran períodos diversos, entre los cuales los hay <strong>de</strong> uno, <strong>de</strong> dos, <strong>de</strong> cuatro, y hasta<br />

<strong>de</strong> seis años; que si bien es verdad que hemos tenido políticos abominables siempre esclavizados<br />

a los intereses personales, también lo es que no nos han faltado hombres <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as para<br />

quienes nada ha podido ser superior a los amplios y nobles intereses <strong>de</strong> la patria; que todos<br />

nuestros gobernantes no han sido caudillos afortunados impuestos por multitu<strong>de</strong>s ebrias con<br />

el entusiasmo <strong>de</strong> un triunfo efímero, puesto que los hemos tenido también que han ido al solio<br />

presi<strong>de</strong>ncial conducidos por la corriente <strong>de</strong> la opinión política; y que nuestros partidos, ya<br />

se reputaran personalistas, o ya obe<strong>de</strong>cieran a los principios, han sabido en todo tiempo qué<br />

quieren y adón<strong>de</strong> van; pero como para po<strong>de</strong>r convencerle <strong>de</strong> estas verda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>cimos, hemos<br />

tenido que acudir con frecuencia a las páginas <strong>de</strong> la historia, ni más ni menos que como lo<br />

ha hecho nuestro contendiente, se preten<strong>de</strong> aviesamente que hacemos esfuerzos para salirnos<br />

<strong>de</strong> la cuestión principal y enredarla con pueriles consi<strong>de</strong>raciones acerca <strong>de</strong> sus más leves inci<strong>de</strong>ntes,<br />

como si pudiera ser justo y racional que lo que a unos les está permitido, a otros les<br />

estuviera vedado, que tal sería la anomalía que vendría a resultar, si no tuviéramos la facultad<br />

<strong>de</strong> esclarecer en provecho <strong>de</strong> nuestras opiniones, los asertos históricos que la parte contraria<br />

trastorna en provecho <strong>de</strong> las suyas: ¡rara manera que tiene el hombre <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r las cosas,<br />

cuando en un <strong>de</strong>bate cualquiera la razón se le escapa <strong>de</strong> entre las manos y le <strong>de</strong>ja abandonado<br />

a los errores, o a merced <strong>de</strong> las contradicciones!<br />

Empero ¿qué hacer? Nos encontramos ya en la brecha, y antes que abandonarla nos cumple<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r palmo a palmo el terreno que a la fuerza hemos ido granjeando. Al efecto principiaremos<br />

por encararnos una vez más al <strong>de</strong>liberado intento que mueve a nuestro contrario<br />

a pintar al pueblo dominicano apagado como ninguno a las i<strong>de</strong>as absolutistas, negando:<br />

primero, que <strong>de</strong> 1853 a 1861 las ten<strong>de</strong>ncias liberales no fueron sino aspiraciones aisladas, que ningún<br />

rastro <strong>de</strong>jaron en las instituciones <strong>de</strong> aquellos tiempos, pues la carta <strong>de</strong> 25 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1854 y la<br />

libérrima <strong>de</strong> Moca, que ocupan un lugar distinguido en nuestro repertorio constitucional,<br />

están atestiguando lo contrario; y segundo, que Santana era tenido en el exterior como liberal,<br />

porque semejante opinión no podía ser inspirada sino por las impresiones que reinaran <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l país, y no es lógico suponer que estas fueran tan buenas como para recomendarlo,<br />

tratándose <strong>de</strong>l usurpador que <strong>de</strong>svirtuó la Constitución <strong>de</strong> San Cristóbal con la agregación<br />

atroz <strong>de</strong>l artículo 210; que celebró con sangre <strong>de</strong> víctimas inocentes el primer aniversario <strong>de</strong><br />

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