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<strong>Antología</strong> José Gabriel García<br />
tantos nexos negativos como positivos, las categorías positivas constituyen el doble <strong>de</strong> las<br />
negativas. Esto llevó a que el historiador no reprobara el pasado como lo hizo el pesimismo, el<br />
fatalismo o los resentimientos <strong>de</strong> las generaciones siguientes, influyendo para que la historia<br />
fuera una fuente especialmente fértil <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación empática. En la medida en que se<br />
asumió esta <strong>de</strong>finición popular <strong>de</strong> la historia tanto más se distinguió ésta como una disciplina<br />
<strong>de</strong> carácter normativo.<br />
Mo<strong>de</strong>lo ético <strong>de</strong> la historiografía <strong>de</strong> José Gabriel García<br />
Por eso es una historiografía signada por la reflexión ético-política en cuyo espacio <strong>de</strong><br />
conflictos aquellos “hombres <strong>de</strong>l pueblo” que habían luchado en forma <strong>de</strong>nodada, entran<br />
como los gran<strong>de</strong>s protagonistas en el drama <strong>de</strong> la naciente república. Ante las “ambiciones”<br />
<strong>de</strong> las esferas liberales y urbanas alternan las masas rurales para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r prerrogativas<br />
sociales muy difusas, unas veces en alianza <strong>de</strong> filiación <strong>de</strong>mocrática con aquellas, otras<br />
contribuyendo, con medidas contrarias y con la amenaza <strong>de</strong> un craso bandolerismo, a<br />
diezmar aún más las precarias entida<strong>de</strong>s republicanas. 31 La actitud trágica <strong>de</strong>l discurso<br />
literario garciano fue el resultado <strong>de</strong> esa <strong>de</strong>subicación <strong>de</strong> la nación esencial (la patria<br />
docens) <strong>de</strong> la nación histórica. 32<br />
63 años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido publicada la primera parte <strong>de</strong>l Compendio <strong>de</strong> Historia <strong>de</strong><br />
Santo Domingo <strong>de</strong> José Gabriel García, Rufino Martínez dijo que la guerra restauradora, que<br />
fue el hecho <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nante <strong>de</strong> este escenario, fue un movimiento “ascen<strong>de</strong>nte” porque<br />
“el pueblo concurrió a ella en un movimiento espontáneo <strong>de</strong> adhesión”, a diferencia <strong>de</strong>l<br />
grito <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia que constituyó un “impulso <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>nte” concebido por una élite<br />
nacionalista que se abrió camino en el “alma <strong>de</strong>l pueblo”. 33<br />
A ello se <strong>de</strong>be que en su obra historiográfica García hubiera puesto tanto énfasis en la<br />
historia <strong>de</strong>l tiempo presente, que llamó el <strong>de</strong> la “historia mo<strong>de</strong>rna” (<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la España Boba<br />
hasta los últimos años <strong>de</strong>l siglo XIX), 1° porque el historiador escribía guiado por sus propias<br />
experiencias y <strong>de</strong> la cohorte generacional anterior cuyos recuerdos autobiográficos pertenecían<br />
social y moralmente al pasado próximo. Pero a<strong>de</strong>más, 2° porque la mayor aceleración <strong>de</strong><br />
la historia en esos 85 años (la Reconquista que expulsó a los franceses <strong>de</strong> Santo Domingo, las<br />
31 En conformidad con ello, para el intelectual criollo, nos dice De San Miguel, el campesinado “constituía aquel<br />
‘fragmento <strong>de</strong> la nación’ –salvaje, pero necesario en su función productiva– que había que domesticar si se aspiraba a que el<br />
país se integrase a los países civilizados”. Véase, <strong>de</strong> Pedro L. <strong>de</strong> San Miguel, La isla imaginada: Historia, i<strong>de</strong>ntidad y utopía en La<br />
Española (San Juan y Santo Domingo, Editorial Isla Negra y Ediciones Librería La Trinitaria, 1997). Esta fue, por lo <strong>de</strong>más,<br />
una necesidad tradicionalmente sentida por las élites urbanas <strong>de</strong> Hispanoamérica en el siglo XIX, expresada en la literatura<br />
<strong>de</strong> la época, por ejemplo en la figura <strong>de</strong> Facundo, <strong>de</strong> Domingo Faustino Sarmiento.<br />
32 El llamado pensamiento “conservador” (<strong>de</strong> baecistas y santanistas) no se caracterizó por su oposición discursiva<br />
(aunque sí <strong>de</strong> facto) a la realización <strong>de</strong> la patria docens, al “proyecto <strong>de</strong> República i<strong>de</strong>ado tal vez por la buena voluntad <strong>de</strong><br />
sus buenos hijos”, sino que atribuyó su fracaso a la acción negativa <strong>de</strong> los hombres, “a la incesante anarquía que llegó a<br />
caracterizar a sus hijos como fieras”, según las palabras <strong>de</strong> un conocido baecista en una carta a su jefe político. “De J. P.<br />
Diez a B. Báez”, Caracas, febrero 9, <strong>de</strong> 1870, en la obra <strong>de</strong> Emilio Rodríguez Demorizi, Papeles <strong>de</strong> Buenaventura Báez, Santo<br />
Domingo, 1969 p.311. Ahora bien, a diferencia <strong>de</strong> los patriotas liberales, el elemento conservador aceptó la nación histórica<br />
como la única posible, es <strong>de</strong>cir, el <strong>de</strong>sacuerdo entre la nación esencial y la nación histórica apenas tuvo la importancia que<br />
le atribuyeron los patriotas liberales.<br />
33 Rufino Martínez, “Prólogo para esta edición”, en Gral. Gregorio Luperón, Notas autobiográficas y apuntes históricos, Santo<br />
Domingo, 1974 (Santiago, 1939), vol. 1, pp.11-12.<br />
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