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Escritos históricos José Gabriel García<br />
Que fue una ilusión la creencia <strong>de</strong> que los pueblos dominicanos, en su totalidad o en su<br />
inmensa mayoría, apetecieran, y sobre todo reclamaran su anexión a España. Que habiéndose<br />
generalizado allí la lucha, no tiene ya el carácter <strong>de</strong> una medida tomada para sujetar a unos<br />
cuantos rebel<strong>de</strong>s <strong>de</strong>scontentos, sino <strong>de</strong> una guerra <strong>de</strong> conquista completamente ajena <strong>de</strong>l<br />
espíritu <strong>de</strong> la política española. Que aún acrecentando nuestros sacrificios para conseguir el<br />
triunfo, nos colocaríamos en la triste situación <strong>de</strong> una ocupación militar completa llena <strong>de</strong><br />
dificulta<strong>de</strong>s y no exenta <strong>de</strong> peligrosas complicaciones.<br />
Que aun en la más favorable hipótesis <strong>de</strong> que una parte <strong>de</strong> la población se nos mostrase<br />
adicta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la victoria el régimen gubernativo que en aquellos dominios pudiese establecerse,<br />
o habrá <strong>de</strong> ser poco acomodado a los usos y costumbres <strong>de</strong> sus naturales, o muy<br />
<strong>de</strong>semejantes <strong>de</strong>l <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más provincias ultramarinas.<br />
Por todas estas y otras consi<strong>de</strong>raciones que suplirá la superior inteligencia <strong>de</strong> las Cortes,<br />
ansiosos los ministros <strong>de</strong> poner término a los inútiles sacrificios <strong>de</strong> sangre y dinero que la guerra<br />
<strong>de</strong> Santo Domingo está costando a la nación, tienen la honra, <strong>de</strong>bidamente autorizados<br />
por S. M., <strong>de</strong> proponer el siguiente proyecto <strong>de</strong> ley:<br />
Artículo 1º Queda <strong>de</strong>rogado el <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> 19 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1861 por el cual se <strong>de</strong>claró<br />
reincorporado a la monarquía el territorio <strong>de</strong> la República Dominicana.<br />
Artículo 2º Se autoriza al gobierno para dictar las medidas necesarias a la mejor ejecución<br />
<strong>de</strong> esta ley, dando en su tiempo cuenta a las Cortes.<br />
Madrid, 7 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1864. El duque <strong>de</strong> Valencia. Antonio Benavi<strong>de</strong>s. Lorenzo Arrazola.<br />
Fernando Fernán<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Córdova. Manuel García Barzanallana. Francisco Armero. Luis<br />
González Bravo. Antonio Alcalá Galiano. Manuel <strong>de</strong> Seijas Lozano”.<br />
La Opinión,<br />
6 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1874.<br />
Correspon<strong>de</strong>ncia<br />
Insertamos en estos la bien trazada correspon<strong>de</strong>ncia en la cual un entusiasta republicano,<br />
<strong>de</strong>cidido admirador <strong>de</strong> nuestra integridad nacional, daba cuenta a principios <strong>de</strong>l año pasado<br />
al redactor en jefe <strong>de</strong> El Americano <strong>de</strong>l arrendamiento <strong>de</strong> Samaná, <strong>de</strong> los inicuos planes <strong>de</strong>l<br />
tirano y <strong>de</strong> la actitud enérgica <strong>de</strong> los revolucionarios <strong>de</strong>l Sur.<br />
La recomendamos a nuestros lectores como digna <strong>de</strong> general atención y <strong>de</strong> ser consignada<br />
en los anales <strong>de</strong> nuestra historia. Esperamos que el pueblo la leerá con patriótico interés.<br />
Señor Héctor Varela.<br />
París.<br />
Estimado ciudadano:<br />
Puesto que su alma bella, generosa, sufre todos los dolores <strong>de</strong> la América, ¡vístase su alma <strong>de</strong> luto!<br />
Se ha consumido el tratado más humillante para Santo Domingo, ¡pobre patria <strong>de</strong> libres! más doloroso<br />
para los corazones antillanos; más inicuo <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> la compañía yankee, que no se atreve ni a dar<br />
su nombre al público; más infamante para el tiranuelo que, ese sí, se atreverá a firmar, con tal que lo<br />
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