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<strong>Antología</strong> José Gabriel García<br />
Por nuestra parte, siempre que la discusión provocada por el articulista <strong>de</strong> El Teléfono<br />
responda a las exigencias <strong>de</strong> la buena forma, <strong>de</strong> la verdad y la justicia, estaremos dispuestos a<br />
honrarnos contestando a sus impugnaciones.<br />
El Eco <strong>de</strong> la Opinión, No. 484,<br />
30 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1889.<br />
Ratificación también<br />
Ratifica, con el mismo apasionamiento, el galano articulista <strong>de</strong> El Teléfono, las impugnaciones<br />
que hiciera a nuestro primer artículo sobre el 19 <strong>de</strong> Marzo, o sea sobre las incontrovertibles<br />
glorias <strong>de</strong>l general Santana.<br />
Mas como suce<strong>de</strong> al espadachín que, entrado en ardiente fogosidad, tira tajos y <strong>de</strong>stajos<br />
sin dirigirse con provecho a un punto cierto, así <strong>de</strong>sgraciadamente ocurre a nuestro contendor<br />
en el asunto que motiva la discusión provocada por él, y la que, no obstante nuestra reconocida<br />
insuficiencia, no hemos querido huir, obe<strong>de</strong>ciendo a infinitas razones <strong>de</strong> elevada justicia.<br />
Nadie podrá suponernos guiados por espíritu <strong>de</strong> parcialidad en esta para nosotros mil veces<br />
honrosa controversia. Pertenecemos a esta última generación <strong>de</strong> la Patria, y los pocos años <strong>de</strong><br />
edad que contamos dicen, con mayores fundamentos y más convincente lógica, que no es posible,<br />
que no pue<strong>de</strong> ser que aboguemos por una causa como la que nos ocupa, sin estar <strong>de</strong>sposeídos <strong>de</strong><br />
toda pasión, <strong>de</strong> todo interés y <strong>de</strong> toda mira que no sea la que sustentan la verdad y la justicia.<br />
Hemos dicho, y así lo confirmaremos siempre, que el general Santana afianzó la In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />
<strong>de</strong> la Patria; y que, sin la pujante virilidad <strong>de</strong> sus abnegados esfuerzos, sin el<br />
dominio <strong>de</strong> su carácter eminentemente impertérrito, según nos lo <strong>de</strong>scriben la Historia y las<br />
relaciones verídicas <strong>de</strong> la tradición, el hermoso sueño <strong>de</strong> una Patria libre habría permanecido<br />
siendo sueño Dios sabe hasta cuándo, y la Libertad, con los gloriosos trofeos conquistados<br />
en los campos <strong>de</strong> batalla, tal vez no se hubiera alcanzado sin él, dada la impotencia que nos<br />
caracterizaba por aquellos tiempos <strong>de</strong> gloriosa recordación, y la insaciable sed <strong>de</strong> perpetua<br />
dominación que <strong>de</strong>svelaba al pueblo haitiano.<br />
Pero contrayéndonos al último artículo <strong>de</strong> nuestro contrincante, pasaremos a examinarlo<br />
aunque no con la escrupulosidad que quisiéramos por carecer <strong>de</strong> tiempo necesario para ello.<br />
Muy censurable parece al articulista la retirada <strong>de</strong>l general Santana al valle <strong>de</strong> Baní <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> la victoria <strong>de</strong>l 19 <strong>de</strong> Marzo, y busca ansioso el argumento Aquiles con que apostrofar<br />
y <strong>de</strong>struir las po<strong>de</strong>rosas razones <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n militar que impulsaron y <strong>de</strong>cidieron al bizarro adalid<br />
a efectuarla; sin parar mientes el que así escribe, en que no es tan fácil criticar y encontrar mal<br />
dirigida una operación <strong>de</strong> igual naturaleza, como encontrarse en las imponentes condiciones en<br />
que Santana se encontraba, casi sin ejército, sin armas, sin pertrechos, en posiciones poco estratégicas,<br />
y frente a un enemigo por entonces po<strong>de</strong>roso, bien apertrechado y auxiliado por todas<br />
las probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> triunfo en caso <strong>de</strong> efectuar un asalto, o un nuevo ataque cualquiera.<br />
Santana, que veía la salvación <strong>de</strong> la Patria en la conservación <strong>de</strong> los restos <strong>de</strong> la diezmada<br />
tropa que le quedaba, juzgó pru<strong>de</strong>nte, y juzgó bien –porque los hechos posteriores así lo<br />
confirman– replegarse diez y seis leguas más acá, a fin <strong>de</strong> organizar, <strong>de</strong> escoger posiciones<br />
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