Te presto mi Stradivarius, de Gloria Gitaroff

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Gloria Gitaroff
me pasaba. Le conté y contrariamente a lo que esperaba, se quedó lo
más tranquilo.
—Juan… ¿no te parece que estoy un poco loca?
—No.
—¿Qué estoy haciendo?
—Probando tus alas.
—Además, no te creas que es algo especial.
Siguió haciendo arandelas de humo y mirando como se deshacían
al llegar al techo.
Resucitó y me dijo:
—Yo te conozco, no andes creyendo que es un milagro, avisos como
esos hay todos los días. El ambiente de publicidad se parece al juego
de las sillas, todos cambian de lugar.
Siempre arruinando ilusiones, este Juan. Aunque bah, para qué preocuparme
si total no me iban a llamar.
—Hablo de parte de García Torres, de Salas y Asociados.
Pero me llamaron.
Corrí a contárselo a Silvia y ella abrió los ojos espantada:
—¿Nada menos que De Salas te llamaron?
—Sí. ¿qué tiene?
Resultó ser una de las agencias más grandes y en la que todo el mundo
tenía ganas de entrar. “Trabajé en Salas” era una especie de pasaporte
para cualquier otra agencia.
—No me digas que no vas a ir —se alarmó.
No; porque quieren que trabaje ocho horas.
—Dios el da pan al que no tiene… Réplica Publicidad. Sí señor, le
comunico —y siguió trabajando mientras me miraba con ojos de reproche.