Te presto mi Stradivarius, de Gloria Gitaroff

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Gloria Gitaroff
8.
Me encontré con una oficina en plena instalación. Había teléfonos
por todas partes, pero desconectados; la chica de la recepción compartía
su silla con otra chica, para evitar que una de las dos se quedara
sin asiento. Los acondicionadores también estaban en el suelo, esperando
que los colocaran en su lugar.
Beatriz, una mujer joven que parecía más vieja por lo apurada y
ceñuda, me había dicho que esperara un momento, lo que para ella,
descubrí después, era igual a decir más de una hora.
Inicié una conversación con la chica del conmutador, salpicada de
“Réplica buenas tardes, ya lo comunico”, y cosas por el estilo. Yo trataba
de hacer las frases cada vez más cortas para poder terminarlas entre
una y otra interrupción, pero cuando llegó la hora pico, tuvimos
que desistir. En los huecos ya no cabían más que monosílabos.
A pesar de esos inconvenientes me enteré que en la agencia son
un amor; los compañeros te tratan bien, marcar tarjeta es cargante, y
en otras agencias no marcan nada, pero bueno en otras no te toman
si tenés hijos y en esta sí.
—¡Ojalá te tomen!
La solidaridad de Silvia me hizo bien. Como tenía que esperar, me
trajeron un banco alto. Qué suerte. Estaba cansada y muerta de calor,
con mi conjunto bárbaro, pero para setiembre.