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Te presto mi Stradivarius, de Gloria Gitaroff

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92<br />

<strong>Gloria</strong> <strong>Gitaroff</strong><br />

—Claro que la mujer hace su parte. Sin eso… la cosa no va. Si vos<br />

no te hubieras sonreído la primera vez, no te seguía. Pero hasta ahí<br />

no más. Lo <strong>de</strong>más, me gusta que corra por <strong>mi</strong> cuenta.<br />

Sin querer, yo había hecho justo lo que a Néstor le gustaba, qué<br />

mala pata la mía. Ya no me parecía tan buen mozo, tal vez se afeó por<br />

lo <strong>de</strong>l machismo. Después, empezó a hablar <strong>de</strong> su trabajo. Según él,<br />

“ganaba buena plata”. <strong>Te</strong>nía varias casas <strong>de</strong> fotocopias, pero que yo<br />

no me creyera que eran esas comunes, que hay que matarse para hacer<br />

un mango. De puro atenta, le pregunté en qué eran diferentes, y<br />

me empezó a explicar y explicar, y yo no entendía nada <strong>de</strong> lo que me<br />

explicaba, ni tampoco me interesaba que lo aclarara. Lo último que<br />

escuché, en medio <strong>de</strong> <strong>mi</strong> distracción, era que los arquitectos <strong>de</strong>pendían<br />

<strong>de</strong> él, y me pareció más bien exagerado.<br />

Después me preguntó en qué trabajaba yo y <strong>mi</strong>entras le hablaba<br />

<strong>de</strong> la agencia, todo anduvo bien. Pero cuando oyó la palabra psicología<br />

me interrumpió.<br />

—Yo, en la psicología, no creo.<br />

—Yo, en la odontología, tampoco —tuve ganas <strong>de</strong> contestarle, pero<br />

me contuve, <strong>mi</strong>entras empezaba a darme cuenta por qué hubiera sido<br />

peligroso subir al auto <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sconocido: podía empezar a darte cátedra<br />

<strong>de</strong> psicología.<br />

Me preparé para lo que vendría. No era la primera vez que me hablaban<br />

<strong>de</strong> la psicología como <strong>de</strong> una religión, en la que se cree, o no<br />

se cree. Lo que diría <strong>de</strong>spués sería algo así como que sus problemas<br />

se los arreglaba solo, cosa enco<strong>mi</strong>able, si las hay. Salvo en el caso <strong>de</strong><br />

que te lo digan con cara <strong>de</strong> asco, lo cual quiere <strong>de</strong>cir que una es una<br />

infeliz, que no sabe hacer lo <strong>mi</strong>smo. No tardó en llegar a eso:<br />

–Yo pienso que en el hombre hay reservas suficientes como para<br />

resolver los propios problemas. Sin ir más lejos, yo, (acentuando el<br />

aire <strong>de</strong> suficiencia) me analizo solo.<br />

Néstor parecía esperar que me <strong>de</strong>smayara <strong>de</strong> ad<strong>mi</strong>ración por su entereza<br />

y sentido común; en cambio yo a esa altura estaba podrida <strong>de</strong><br />

su arenga y <strong>de</strong> que co<strong>mi</strong>era la ensalada directamente <strong>de</strong> la ensala<strong>de</strong>ra,<br />

cosa fea, sí señor, muy fea.

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