Te presto mi Stradivarius, de Gloria Gitaroff
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60<br />
<strong>Gloria</strong> <strong>Gitaroff</strong><br />
18.<br />
Esa <strong>mi</strong>sma tar<strong>de</strong> empecé a trabajar con Omar. Fue más difícil que en<br />
la agencia, tan vertiginosa. Cuando toqué el timbre, alguien me abrió<br />
la puerta y se quedó <strong>mi</strong>rándome, <strong>de</strong> modo que me di a conocer:<br />
Soy Inés.<br />
Ah, sí.<br />
Abrió la puerta <strong>de</strong>l todo y una vez que entré, la cerró y se fue, <strong>de</strong>jándome<br />
parada en el hall. Miré a <strong>mi</strong> alre<strong>de</strong>dor, encontré un espejo y<br />
me <strong>mi</strong>ré: me gusté y <strong>de</strong>spués pensé que lo mejor sería ir hasta el escritorio.<br />
Allí me encontré con una cariñosa carta <strong>de</strong> Laura, con instrucciones<br />
y buenos <strong>de</strong>seos, que me dio un poco <strong>de</strong> ánimo.<br />
Me senté en la silla giratoria, la moví hacia un lado, hacia el otro.<br />
Todo era muy serio, formal y enorme, empezando por el escritorio y<br />
los dos sillones negros. La formalidad resultó contagiosa: estaba sentada<br />
con la espalda muy <strong>de</strong>recha.<br />
Por fin llegó Omar.<br />
¿Cómo estás? —me saludó.<br />
No tuve otro remedio que contestarle que estaba bien. Explicarle<br />
<strong>de</strong> verdad cómo estaba hubiera sido muy complicado.<br />
Me dio una lista <strong>de</strong> llamados y se fue a aten<strong>de</strong>r a su primer paciente<br />
<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, un señor tí<strong>mi</strong>do y serio que vi pasar sin <strong>mi</strong>rar para ningún<br />
lado, como con <strong>mi</strong>edo <strong>de</strong> ver quién estaba en el escritorio.