Te presto mi Stradivarius, de Gloria Gitaroff

Te presto mi Stradivarius
74.
Castelli andaba escribiendo en papeles sueltos esas listas que hacía
y rehacía para no olvidarse de nada. Le devolví un libro que me había
prestado y él tachó ufano algo de su lista. Es que Castelli necesitaba
estar haciendo siempre algo.
El gordo Olivero le dijo, tomándole el pelo:
—Qué vital sos, hermano.
El no le llevó el apunte, porque cuando uno es tan “vital” no presta
atención a su alrededor.
—¿Sabés Inés que la última vez que Castellli se deprimió fue… esperate
que me acuerde, fue hace 23 años? —dijo Andrés.
—Qué va, la última vez fue ayer, cuando las vaquitas —contestó Castelli
y volvió a sus listas.
—Oíme, Castelli, si Salas me dice que me quede, ¿me puedo quedar
con vos? —le pregunté, segura de la respuesta, pero otra vez me
equivoqué.
—No. –me dijo sin levantar la vista de sus papeles. Antes de que alcanzara
a preguntarle por qué, él me lo dijo:
—No puedo tener dos redactores a mi cargo. Esto fue una emergencia.
Se me hizo un nudo en la garganta. ¿Quien era Castelli? “Sos una
adulta prodigio” me había dicho, se entusiasmó con mi novela, me
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