Te presto mi Stradivarius, de Gloria Gitaroff
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<strong>Te</strong> <strong>presto</strong> <strong>mi</strong> <strong>Stradivarius</strong><br />
26.<br />
Trabajé todo el fin <strong>de</strong> semana eligiendo capítulos, puliéndolos, or<strong>de</strong>nándolos.<br />
Decidí que el libro empezaría abruptamente para que<br />
fuera como una explosión, una sorpresa.<br />
Primero, el aviso; <strong>de</strong>spués la carta y a partir <strong>de</strong> ahí, todo lo <strong>de</strong>más.<br />
Era la primera vez que pulía lo que había escrito.<br />
—¿Estás escribiendo un libro?— me había preguntado Juan.<br />
—¿Libro? —le contesté, incrédula.<br />
—Vamos, no me digas que esos no son manuscritos (otra palabra<br />
hermosa) Por algo los escondés cuando aparece alguien.<br />
Así que libro… ni confesiones, ni diario, ni catarsis… libro. Y era<br />
Juan quien lo <strong>de</strong>cía, no yo.<br />
–Y vos… —no sabía cómo pedírselo— ¿no querrías…?<br />
–Sí. —me contestó. No hizo falta ter<strong>mi</strong>nar la frase, él supo enseguida<br />
que yo quería que lo leyera.<br />
Era para Juan que lo pulía. Descubrí que pulir era muy diferente<br />
<strong>de</strong> escribir, más aburrido y por momentos más difícil. Había tantas<br />
cosas para tener en cuenta, que esto, que lo otro, que lo <strong>de</strong> más<br />
allá…<br />
<strong>Te</strong>r<strong>mi</strong>né agotada, a las once <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l do<strong>mi</strong>ngo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
que los chicos volvieran <strong>de</strong> pasar el fin <strong>de</strong> semana con el padre. Por<br />
suerte, ya habían co<strong>mi</strong>do, sólo faltaba la rutina <strong>de</strong> ir a la cama, que no<br />
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