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Te presto mi Stradivarius, de Gloria Gitaroff

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<strong>Gloria</strong> <strong>Gitaroff</strong><br />

Andrés y yo dábamos nuestra ayuda en tiempos normales, pero en<br />

el incendio más bien estorbábamos, éramos apenas pichones <strong>de</strong> publicistas.<br />

Al gordo Olivero se le había ocurrido el titular “Diga”. Corto, impactante,<br />

genial. ¿no les parece? Se pavoneaba por ahí.<br />

Debajo <strong>de</strong>l titular había que <strong>de</strong>cir que los ocho mo<strong>de</strong>los nuevos eran<br />

el orgullo <strong>de</strong> la marca, una marca garantía en el mercado, etc. etc.<br />

Es <strong>de</strong>cir, un choclo <strong>de</strong> 20 líneas por lo menos, compri<strong>mi</strong>do en dos,<br />

<strong>de</strong> modo que resultara corto, fácil, original, eficaz, convincente… y<br />

a<strong>de</strong>más, inventarlo para ese <strong>mi</strong>smo día.<br />

Castelli, <strong>de</strong>senchufado <strong>de</strong>l mundo, <strong>mi</strong>raba la hoja <strong>de</strong> la máquina<br />

fijamente y le gritaba ¡diga! Y, señalándola con el <strong>de</strong>do le daba ór<strong>de</strong>nes<br />

“A ver, <strong>de</strong>sgraciada qué se te ocurre que sigue a esto: ¡diga!<br />

El gordo Olivero contaba chistes pésimos pero al menos nuevos,<br />

Andrés y y Paula se reían más <strong>de</strong> lo que los chistes merecían. Me dio<br />

pena el pobre único laburante <strong>de</strong>l momento.<br />

—Castelli—le dije.<br />

Dio vuelta la cabeza y me <strong>mi</strong>ró sin verme. Tuve que levantar la voz.<br />

—Castelli, escuchá esto que se me ocurrió para <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la marca<br />

y los ocho mo<strong>de</strong>los: “cualquier elección es buena, la financiación,<br />

optima”.<br />

Castelli se agarró la cabeza con las dos manos con tanta exageración<br />

que todos le preguntamos qué le pasaba.<br />

—Las vaquitas.<br />

—¿qué vaquitas?<br />

—¡Cómo qué vaquitas! —dijo sumamente ofendido.<br />

—Las mías, <strong>mi</strong>s vaquitas que ya cae el sol, y todavía están en el campo,<br />

seguro que pisando la tierra arada, y éste —señaló a Andrés —no<br />

me las quiso ir a buscar, ya me vas a pedir un favor, vos, vas a ver con<br />

qué moneda te pago.<br />

—Pero si yo te dije que mandé al peoncito —le dijo Andrés que pescó<br />

la broma al vuelo.<br />

—Ma qué peoncito ni peoncito—Castelli parecía realmente enojado—A<br />

vos te mandé, no al peoncito. Mis vaquitas, si les pasa algo, <strong>de</strong>cime<br />

cómo hago para mandarlas a la Rural…

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