Te presto mi Stradivarius, de Gloria Gitaroff

Te presto mi Stradivarius
56.
El año anterior, al cumplir cuarenta, decidí nacer. Aunque todo me
fuera como me iba. A pesar de los kilos de más, de un matrimonio que
se hacía trizas, de una Inés que no me gustaba, con su vida solemne,
monótona y con poco lugar para la risa. Si había humor, era intelectual
y medido. Esa era la palabra: medida para todo.
Entonces, cuando nada había cambiado todavía, sentía ya el rumor
de las brisas alegres que ese cambio traería y los demás, sin saberlo,
contribuyeron a que Inés empezara a ser Inés. Ese año me regalaron
rosas: no libros, no bombones, no jazmines, sino rosas, hasta que se
acabaron los floreros y tuve que improvisar algunos más.
La casa se llenó con su perfume.
Me había puesto mi más bonito vestido, hice una cena espléndida,
preparé yo misma la torta, la mejor que hice en mi vida.
No sabía bien por qué lo estaba haciendo, pero quería festejar mi
cumpleaños. Por haber vivido todo ese tiempo, porque había hecho
muchas cosas y porque a pesar de haberme equivocado, tenía esperanzas.
Había llegado otra vez mi cumpleaños y tenía miedo. Cuarenta y
uno no parecía ser un número tan bueno como cuarenta y andaba
con ganas de deprimirme un poco. Para que ese poco no se convirtiera
en un mucho, fui a la peluquería y cediendo al entusiasmo de mi
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