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BOY SCOUTS ALLENDE LOS MARES “MI TOUR ... - The Dump

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“ No hay prisiones ahora. El nuevo Gobierno hizo de la prisión casas para que los<br />

soldados vivan en ellas”. “Pero”, le dije, “si no tenéis prisiones ni ejecuciones, ¿qué<br />

hacéis con los criminales? ¿Qué hacéis, por ejemplo, si un hombre roba algo?”<br />

“¡Oh! Dispararle”, fue la respuesta. Entonces dije:<br />

“¿Qué hacéis con las mujeres? ¿Seguramente no las ejecutaréis?2<br />

“No”, dijo, “no a las mujeres. A ellas las cortamos en ciento ocho pedacitos”<br />

No entiendo bien cuál es la diferencia que había entre ser ejecutado y ser disparado o<br />

troceado. Pero pronto tuve la prueba de que él no estaba totalmente equivocado, porque<br />

fuimos a ver el campo de ejecución, un callejón trasero muy ordinario en el que un<br />

alfarero trabajaba cerca de la estación de telegrafía sin hilos del Almirantazgo,<br />

ofreciendo un curioso contraste entre la invención más reciente y los métodos más<br />

antiguos de fuerza bruta.<br />

El verdugo salió a vernos y le pidió a su nieta pequeña que le trajese su espada. De buen<br />

grado nos mostró como cortaba las cabezas de los criminales, pero cuando le pregunté<br />

cuantos había ejecutado dudó en decirlo de primeras. Aparentemente hacía un promedio<br />

de cuatro a cinco semanales.<br />

Justo después, cuando estaba en al calle, un grupo de media docena de soldados<br />

vinieron a toda prisa con un prisionero que caminaba entre ellos y una pequeña multitud<br />

siguiéndoles. Cuando pregunté qué pasaba me dijeron que el hombre había sido<br />

condenado por robar y que los soldados iban a “dispararle hasta que muriese”.<br />

Pero había poca expectación alrededor de todo ello, no más que la que veríais en una<br />

calle de Londres cuando un “carterista” es perseguido por la policía. La vida humana es<br />

muy barata en China.<br />

Preparados para la guerra<br />

Pero en medio de toda esta masa de gente salvaje de otros tiempos había también una<br />

cierto grado de civilización. Dos o tres grandes barcos de vapor como los nuestros<br />

estaban atracados en los muelles.<br />

Por encima de los destartalados tejados marrones de las casas se alzaban los postes del<br />

telégrafo sin hilos sobre la oficina del Almirantazgo china.<br />

Los remolcadores resoplaban por todas partes entre la multitud de barcos. Un barco<br />

salvavidas estaba ubicado en medio de la corriente con una tripulación de expertos<br />

nadadores a bordo cuyo deber era el de saltar por la borda en cuando un sampán<br />

(embarcación ligera propia de china- N.d.T.) o una barca volcase, como ocurre muy a<br />

menudo, y rescatar a sus tripulantes.<br />

Un poco más lejos corriente arriba estaba estacionado una elegante lancha cañonera<br />

británica, anclada junto al verde isla de Shameen. Esta isla es la parte de Cantón en la<br />

que viven los europeos, y estaba entonces en estado de alerta con motivo de la situación<br />

inestable de China.<br />

Cuando cruzamos el puente que conduce hasta la ciudad de Shameen nos encontramos<br />

con un centinela chino a uno de los lados y un centinela británico en el otro. Había un<br />

poquito de contraste entre ellos.<br />

El soldado chino vestía uniforme caqui con una especie de chaleco de lona sobre él y<br />

una docena de bolsillos llenos de munición. Para cubrirse la cabeza llevaba un sombrero<br />

de paja ordinario, y aunque llevaba su rifle en una mano tenía un abanico en la otra.<br />

Llevaba pantalones cortos, zapatos de lona blancos y calcetines verdes sujetos con ligas<br />

elásticas. Era un hombrecito muy delgado y parecía muy harto de ser soldado.<br />

El centinela de nuestro lado del puente era un hombre bello, alto y con barba del<br />

Ejército Indio, un hombre de las colinas de Baluchistan, que parecía que pudiera<br />

comerse al chino en dos bocados.<br />

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