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“¿NO ES ESTE EL HIJO DEL CARPINTERO?” 263<br />

antes <strong>de</strong> la especificación final referente a la obra d<strong>el</strong><br />

Mesías. Habiendo leído <strong>las</strong> palabras: "A proclamar año <strong>de</strong><br />

la buena voluntad <strong>de</strong> Jehová," omitió la frase: "Y día <strong>de</strong><br />

venganza d<strong>el</strong> Dios nuestro.” (Isaías 61:2) Esta frase era<br />

tan cierta como la primera <strong>de</strong> la profecía, y con su silencio<br />

Jesús no negó la verdad. Pero sus oyentes se d<strong>el</strong>eitaban<br />

en espaciarse en esa última expresión, y <strong>de</strong>seaban<br />

ansiosamente su cumplimiento. Pronunciaban juicios<br />

contra los paganos, no discerniendo que su propia culpa<br />

era mayor que la <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más. Ellos mismos estaban en<br />

la más profunda necesidad <strong>de</strong> la misericordia que estaban<br />

tan listos para negar a los paganos. Ese día en la<br />

sinagoga, cuando Jesús se levantó entre <strong>el</strong>los, tuvieron<br />

oportunidad <strong>de</strong> aceptar <strong>el</strong> llamamiento d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. Aqu<strong>el</strong> que<br />

"es amador <strong>de</strong> misericordia," (Miqueas 7:18) anh<strong>el</strong>aba<br />

salvarlos <strong>de</strong> la ruina que sus pecados atraían.<br />

No iba a abandonarlos sin llamarlos una vez más al<br />

arrepentimiento. Hacia la terminación <strong>de</strong> su ministerio en<br />

Galilea, volvió a visitar <strong>el</strong> hogar <strong>de</strong> su niñez. Des<strong>de</strong> que se<br />

le rechazara allí, la fama <strong>de</strong> su predicación y sus milagros<br />

había llenado <strong>el</strong> [208] país. Nadie podía negar ahora que<br />

poseía un po<strong>de</strong>r más que humano. Los habitantes <strong>de</strong><br />

Nazaret sabían que iba haciendo bienes y sanando a todos<br />

los oprimidos d<strong>el</strong> diablo. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> <strong>el</strong>los había pueblos<br />

enteros don<strong>de</strong> no se oía un gemido <strong>de</strong> enfermedad en<br />

ninguna casa; porque él había pasado por allí, sanando a<br />

todos sus enfermos. La misericordia rev<strong>el</strong>ada en todo acto<br />

<strong>de</strong> su vida atestiguaba su ungimiento divino.<br />

Otra vez, mientras escuchaban sus palabras, los<br />

nazarenos fueron movidos por <strong>el</strong> Espíritu divino. Pero<br />

tampoco entonces quisieron admitir que ese hombre, que<br />

se había criado entre <strong>el</strong>los, era mayor que <strong>el</strong>los o diferente.<br />

Todavía sentían <strong>el</strong> amargo recuerdo <strong>de</strong> que, mientras

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