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GETSEMANÍ 833<br />

vieron alzar la cabeza d<strong>el</strong> Salvador contra su pecho y<br />

señalarle <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. Oyeron su voz, como la música más<br />

dulce, que pronunciaba palabras <strong>de</strong> consu<strong>el</strong>o y esperanza.<br />

Los discípulos recordaron la escena transcurrida en <strong>el</strong><br />

monte <strong>de</strong> la transfiguración. Recordaron la gloria que en <strong>el</strong><br />

templo había circuido a Jesús y la voz <strong>de</strong> Dios que hablara<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la nube. Ahora esa misma gloria se volvía a rev<strong>el</strong>ar,<br />

y no sintieron ya temor por su Maestro. Estaba bajo <strong>el</strong><br />

cuidado <strong>de</strong> Dios, y un áng<strong>el</strong> po<strong>de</strong>roso había sido enviado<br />

para protegerle. Nuevamente los discípulos cedieron, en<br />

su cansancio, al extraño estupor que los dominaba.<br />

Nuevamente Jesús los encontró durmiendo.<br />

Mirándolos tristemente, dijo: "Dormid ya, y <strong>de</strong>scansad:<br />

he [644] aquí ha llegado la hora, y <strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> hombre es<br />

entregado en manos <strong>de</strong> pecadores."<br />

Aun mientras <strong>de</strong>cía estas palabras, oía los pasos <strong>de</strong> la<br />

turba que le buscaba, y añadió: "Levantaos, vamos: he<br />

aquí ha llegado <strong>el</strong> que me ha entregado."<br />

No se veían en Jesús hu<strong>el</strong><strong>las</strong> <strong>de</strong> su reciente agonía<br />

cuando se dirigió al encuentro <strong>de</strong> su traidor.<br />

Ad<strong>el</strong>antándose a sus discípulos, dijo: "¿A quién buscáis?"<br />

Contestaron: "A Jesús Nazareno." Jesús respondió: "Yo<br />

soy." Mientras estas palabras eran pronunciadas, <strong>el</strong> áng<strong>el</strong><br />

que acababa <strong>de</strong> servir a Jesús, se puso entre él y la turba.<br />

Una luz divina iluminó <strong>el</strong> rostro d<strong>el</strong> Salvador, y le hizo<br />

sombra una figura como <strong>de</strong> paloma. En presencia <strong>de</strong> esta<br />

gloria divina, la turba homicida no pudo resistir un<br />

momento. Retrocedió tambaleándose. Sacerdotes,<br />

ancianos, soldados, y aún Judas, cayeron como muertos al<br />

su<strong>el</strong>o.<br />

El áng<strong>el</strong> se retiró, y la luz se <strong>de</strong>svaneció. Jesús tuvo<br />

oportunidad <strong>de</strong> escapar, pero permaneció sereno y dueño

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