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GETSEMANÍ 829<br />

humana, y tambaleándose volvió agotado al lugar <strong>de</strong> su<br />

primera lucha. Su sufrimiento era aun mayor que antes.<br />

Al apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> él la agonía d<strong>el</strong> alma, "fue su sudor como<br />

gran<strong>de</strong>s gotas <strong>de</strong> sangre que caían hasta la tierra." Los<br />

cipreses y <strong>las</strong> palmeras eran los testigos silenciosos <strong>de</strong> su<br />

angustia. De su follaje caía un pesado rocío sobre su<br />

cuerpo postrado, como si la naturaleza llorase sobre su<br />

Autor que luchaba a so<strong>las</strong> con <strong>las</strong> potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

tinieb<strong>las</strong>.<br />

Poco tiempo antes, Jesús había estado <strong>de</strong> pie como un<br />

cedro po<strong>de</strong>roso, presintiendo la tormenta <strong>de</strong> oposición que<br />

agotaba su furia contra él. Volunta<strong>de</strong>s tercas y corazones<br />

llenos <strong>de</strong> malicia y sutileza habían procurado en vano<br />

confundirle y abrumarle. Se había erguido con divina<br />

majestad como <strong>el</strong> Hijo <strong>de</strong> Dios. Ahora era como un junco<br />

azotado y doblegado por la tempestad airada. Se había<br />

acercado a la consumación [641] <strong>de</strong> su obra como<br />

vencedor, habiendo ganado a cada paso la victoria sobre<br />

<strong>las</strong> potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>las</strong> tinieb<strong>las</strong>. Como ya glorificado, había<br />

aseverado su unidad con Dios. En acentos firmes, había<br />

<strong>el</strong>evado sus cantos <strong>de</strong> alabanza. Había dirigido a sus<br />

discípulos palabras <strong>de</strong> estimulo y ternura. Pero ya había<br />

llegado la hora <strong>de</strong> la potestad <strong>de</strong> <strong>las</strong> tinieb<strong>las</strong>. Su voz se<br />

oía en <strong>el</strong> tranquilo aire nocturno, no en tonos <strong>de</strong> triunfo,<br />

sino impregnada <strong>de</strong> angustia humana. Estas palabras d<strong>el</strong><br />

Salvador llegaban a los oídos <strong>de</strong> los soñolientos<br />

discípulos: "Padre mío, si no pue<strong>de</strong> este vaso pasar <strong>de</strong> mi<br />

sin que yo lo beba, hágase tu voluntad."<br />

El primer impulso <strong>de</strong> los discípulos fue ir hacia él; pero<br />

les había invitado a quedarse allí v<strong>el</strong>ando y orando.<br />

Cuando Jesús vino a <strong>el</strong>los, los halló otra vez dormidos.<br />

Otra vez había sentido un anh<strong>el</strong>o <strong>de</strong> compañía, <strong>de</strong> oír <strong>de</strong><br />

sus discípulos algunas palabras que le aliviasen y

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