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“CALLA, ENMUDECE” 391<br />

volvieron para buscarle. Allí estaba don<strong>de</strong> le habían<br />

<strong>de</strong>jado. El que había calmado la tempestad, que antes<br />

había arrostrado y vencido a Satanás, no huyó d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong><br />

esos <strong>de</strong>monios. Cuando los hombres, crujiendo los dientes<br />

y echando espuma por la boca, se acercaron a él, Jesús<br />

levantó aqu<strong>el</strong>la mano que había or<strong>de</strong>nado a <strong>las</strong> o<strong>las</strong> que<br />

se calmasen, y los hombres no pudieron acercarse más.<br />

Estaban <strong>de</strong> pie, furiosos, pero impotentes d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> él.<br />

Con autoridad or<strong>de</strong>nó a los espíritus inmundos que<br />

saliesen. Sus palabras penetraron <strong>las</strong> obscurecidas<br />

mentes <strong>de</strong> los <strong>de</strong>safortunados. Vagamente, se dieron<br />

cuenta <strong>de</strong> que estaban cerca <strong>de</strong> alguien que podía<br />

salvarlos <strong>de</strong> los atormentadores <strong>de</strong>monios. Cayeron a los<br />

pies d<strong>el</strong> Salvador para adorarle; pero cuando sus labios se<br />

abrieron para pedirle misericordia, los <strong>de</strong>monios hablaron<br />

por su medio clamando vehementemente: "¿Qué tienes<br />

conmigo, Jesús, Hijo d<strong>el</strong> Dios Altísimo? Te conjuro por<br />

Dios que no me atormentes."<br />

Jesús preguntó: "¿Cómo te llamas?" Y la respuesta fue:<br />

"Legión me llamo; porque somos muchos." Empleando a<br />

[305] aqu<strong>el</strong>los hombres afligidos como medios <strong>de</strong><br />

comunicación, rogaron a Jesús que no los mandase fuera<br />

d<strong>el</strong> país. En la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> una montaña no muy distante<br />

pacía una gran piara <strong>de</strong> cerdos. Los <strong>de</strong>monios pidieron<br />

que se les permitiese entrar en <strong>el</strong>los, y Jesús se lo<br />

concedió. Inmediatamente <strong>el</strong> pánico se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> la<br />

piara. Echó a correr <strong>de</strong>senfrenadamente por <strong>el</strong> acantilado,<br />

y sin po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>tenerse en la orilla, se arrojó al lago, don<strong>de</strong><br />

pereció.<br />

Mientras tanto, un cambio maravilloso se había<br />

verificado en los en<strong>de</strong>moniados. Había amanecido en sus<br />

mentes. Sus ojos brillaban <strong>de</strong> int<strong>el</strong>igencia. Sus rostros,<br />

durante tanto tiempo <strong>de</strong>formados a la imagen <strong>de</strong> Satanás,

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