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90 EL DESEADO DE TODAS LAS GENTES<br />

ahora <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o le había mandado su mensajero para<br />

anunciarle que sus oraciones iban a ser contestadas; pero<br />

la misericordia <strong>de</strong> Dios le parecía <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> para<br />

creer en <strong>el</strong>la. Se sentía lleno <strong>de</strong> temor y con<strong>de</strong>nación<br />

propia.<br />

Pero fue saludado con la gozosa seguridad: "No temas,<br />

Zacarías; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer<br />

Elizabet te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre<br />

Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán en<br />

su nacimiento. [V.M.] Porque será gran<strong>de</strong> d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> Dios,<br />

y no beberá vino ni sidra; y será lleno d<strong>el</strong> Espíritu Santo....<br />

Y a muchos <strong>de</strong> [73] los hijos <strong>de</strong> Isra<strong>el</strong> convertirá al Señor<br />

Dios <strong>de</strong> <strong>el</strong>los. Porque él irá d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> él con <strong>el</strong> espíritu y<br />

virtud <strong>de</strong> Elías, para convertir los corazones <strong>de</strong> los padres<br />

a los hijos, y los reb<strong>el</strong><strong>de</strong>s a la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los justos, para<br />

aparejar al Señor un pueblo apercibido. Y dijo Zacarías al<br />

áng<strong>el</strong>: ¿En qué conoceré esto? porque yo soy viejo, y mi<br />

mujer avanzada en días."<br />

Zacarías sabía muy bien que Abrahán en su vejez había<br />

recibido un hijo porque había tenido por fi<strong>el</strong> a Aqu<strong>el</strong> que<br />

había prometido. Pero por un momento, <strong>el</strong> anciano<br />

sacerdote recuerda la <strong>de</strong>bilidad humana. Se olvida <strong>de</strong> que<br />

Dios pue<strong>de</strong> cumplir lo que promete. ¡Qué contraste entre<br />

esta incredulidad y la dulce fe infantil <strong>de</strong> María, la virgen <strong>de</strong><br />

Nazaret, cuya respuesta al asombroso anuncio d<strong>el</strong> áng<strong>el</strong><br />

fue: "He aquí la sierva d<strong>el</strong> Señor; hágase a mí conforme a<br />

tu palabra”! (Lucas 1: 38)<br />

El nacimiento d<strong>el</strong> hijo <strong>de</strong> Zacarías, como <strong>el</strong> d<strong>el</strong> hijo <strong>de</strong><br />

Abrahán y <strong>el</strong> <strong>de</strong> María, había <strong>de</strong> enseñar una gran verdad<br />

espiritual, una verdad que somos tardos en apren<strong>de</strong>r y<br />

propensos a olvidar. Por nosotros mismos somos<br />

incapaces <strong>de</strong> hacer bien; pero lo que nosotros no po<strong>de</strong>mos

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