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690 EL DESEADO DE TODAS LAS GENTES<br />

huerto <strong>de</strong> higueras. Tenía hambre y, "viendo <strong>de</strong> lejos una<br />

higuera que tenía hojas, se acercó, si quizá hallaría en <strong>el</strong>la<br />

algo; y como vino a <strong>el</strong>la, nada halló sino hojas; porque no<br />

era tiempo <strong>de</strong> higos."<br />

No era tiempo <strong>de</strong> higos maduros, excepto en ciertas<br />

localida<strong>de</strong>s; y acerca <strong>de</strong> <strong>las</strong> tierras altas que ro<strong>de</strong>an a<br />

Jerusalén, se podía <strong>de</strong>cir con acierto: "No era tiempo <strong>de</strong><br />

higos." Pero en <strong>el</strong> huerto al cual Jesús se acercó había un<br />

árbol que parecía más ad<strong>el</strong>antado que los <strong>de</strong>más. Estaba<br />

ya cubierto <strong>de</strong> hojas. Es natural en la higuera que<br />

aparezcan los frutos antes que se abran <strong>las</strong> hojas. Por lo<br />

tanto, este árbol cubierto <strong>de</strong> hojas prometía frutos bien<br />

<strong>de</strong>sarrollados. Pero su apariencia era engañosa. Al revisar<br />

sus ramas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más baja hasta la más alta, Jesús no<br />

"halló sino hojas." No era sino engañoso follaje, nada más.<br />

Cristo pronunció una maldición agostadora. "Nunca más<br />

coma nadie fruto <strong>de</strong> ti para siempre," dijo. A la mañana<br />

siguiente, mientras <strong>el</strong> Salvador y sus discípulos volvían<br />

otra [535] vez a la ciudad, <strong>las</strong> ramas agostadas y <strong>las</strong> hojas<br />

marchitas llamaron su atención. "Maestro —dijo Pedro,—<br />

he aquí la higuera que maldijiste, se ha secado."<br />

El acto <strong>de</strong> Cristo, al mal<strong>de</strong>cir la higuera, había<br />

asombrado a los discípulos. Les pareció muy diferente <strong>de</strong><br />

su proce<strong>de</strong>r y sus obras. Con frecuencia le habían oído<br />

<strong>de</strong>clarar que no había venido para con<strong>de</strong>nar al mundo,<br />

sino para que <strong>el</strong> mundo pudiese ser salvo por él.<br />

Recordaban sus palabras: "El Hijo d<strong>el</strong> hombre no ha<br />

venido para per<strong>de</strong>r <strong>las</strong> almas <strong>de</strong> los hombres, sino para<br />

salvar<strong>las</strong>." (Lucas 9: 56) Había realizado sus obras<br />

maravillosas para restaurar, nunca para <strong>de</strong>struir. Los<br />

discípulos le habían conocido solamente como <strong>el</strong><br />

Restaurador, <strong>el</strong> Sanador. Este acto era único. ¿Cuál era su

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