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EN EL TRIBUNAL DE PILATO 885<br />

labios la menor murmuración. Aunque se había revestido<br />

<strong>de</strong> la naturaleza humana, estaba sostenido por una<br />

fortaleza semejante a la <strong>de</strong> Dios y no se apartó un ápice <strong>de</strong><br />

la voluntad <strong>de</strong> su Padre.<br />

Cuando Pilato entregó a Jesús para que fuese azotado<br />

y burlado, pensó excitar la compasión <strong>de</strong> la muchedumbre.<br />

Esperaba que <strong>el</strong>la <strong>de</strong>cidiera que este castigo bastaba.<br />

Pensó que aun la malicia <strong>de</strong> los sacerdotes estaría ahora<br />

satisfecha. Pero, con aguda percepción, los judíos vieron<br />

la <strong>de</strong>bilidad que [684] significaba <strong>el</strong> castigar así a un<br />

hombre que había sido <strong>de</strong>clarado inocente. Sabían que<br />

Pilato estaba procurando salvar la vida d<strong>el</strong> preso, y <strong>el</strong>los<br />

estaban resu<strong>el</strong>tos a que Jesús no fuese libertado. Para<br />

agradarnos y satisfacernos, Pilato le ha azotado, pensaron,<br />

y si insistimos en obtener una <strong>de</strong>cisión, conseguiremos<br />

seguramente nuestro fin.<br />

Pilato mandó entonces que se trajese a Barrabás al<br />

tribunal. Presentó luego los dos presos, uno al lado d<strong>el</strong><br />

otro, y señalando al Salvador dijo con voz <strong>de</strong> solemne<br />

súplica: "He aquí <strong>el</strong> hombre." "Os le traigo fuera, para que<br />

entendáis que ningún crimen hallo en él."<br />

Allí estaba <strong>el</strong> Hijo <strong>de</strong> Dios, llevando <strong>el</strong> manto <strong>de</strong> burla y<br />

la corona <strong>de</strong> espinas. Desnudo hasta la cintura, su<br />

espalda rev<strong>el</strong>aba los largos, y cru<strong>el</strong>es azotes, <strong>de</strong> los cuales<br />

la sangre fluía copiosamente. Su rostro manchado <strong>de</strong><br />

sangre llevaba <strong>las</strong> marcas d<strong>el</strong> agotamiento y <strong>el</strong> dolor; pero<br />

nunca había parecido más hermoso que en ese momento.<br />

El semblante d<strong>el</strong> Salvador no estaba <strong>de</strong>sfigurado d<strong>el</strong>ante<br />

<strong>de</strong> sus enemigos. Cada rasgo expresaba bondad y<br />

resignación y la más tierna compasión por sus cru<strong>el</strong>es<br />

verdugos. Su porte no expresaba <strong>de</strong>bilidad cobar<strong>de</strong>, sino<br />

la fuerza y dignidad <strong>de</strong> la longanimidad. En sorpren<strong>de</strong>nte<br />

contraste, se <strong>de</strong>stacaba <strong>el</strong> preso que estaba a su lado.

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