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Comisión XI. Los pueblos originarios, afroamericanos, gitanos

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idea que prevalece es la de “mezcla de razas”. Idea que fue la versión dominante<br />

tradicional, a través de la cual se quiso instalar la visión de una sociedad homogénea y<br />

purificada, idea que tuvo vigencia durante gran parte del siglo XX y aún hoy goza de<br />

gran aceptación.<br />

En pocas palabras, esta idea de crisol de razas niega la existencia de los <strong>pueblos</strong><br />

<strong>originarios</strong> del territorio y sostiene la premisa de la fusión, asimilación y su<br />

consiguiente “depuración” como germen generador de la población argentina. La<br />

teoría del desierto les niega a los <strong>pueblos</strong> <strong>originarios</strong> la condición de seres humanos y<br />

le adjudica la de salvajes.<br />

En definitiva, atenta contra la existencia de este otro diferente y lo cualifica<br />

como un objeto indeseado, no necesario. Por consiguiente, esta concepción sustenta la<br />

idea de que la población Argentina se constituye a partir de las inmigraciones masivas<br />

producidas a fines del siglo <strong>XI</strong>X y Principios del XX. “<strong>Los</strong> argentinos vinimos en los<br />

barcos”.<br />

Sin embargo, esta concepción tampoco define la cultura argentina, en principio<br />

porque niega la existencia de los <strong>pueblos</strong> <strong>originarios</strong> como si el país se hubiera<br />

constituido desde la nada.<br />

Tanto en la conquista española como con las inmigraciones masivas, se observa<br />

claramente la utilización del concepto de mestizaje como intento de homogenizar a la<br />

población, no respetando las diferencias existentes entre las distintas culturas ni la de<br />

sus distintas particularidades.<br />

Nuestra experiencia intercultural, esta experiencia de encuentro e intercambio<br />

con el pueblo Huarpe, nos pone en la pregunta de quienes somos. El otro en su lucha<br />

por sostener su identidad nos propone la definición de la nuestra.<br />

La identidad es una construcción interna y ese desarrollo del sujeto no se basa en<br />

ninguna mezcla. Es una decisión que va tomando el sujeto al interactuar con el mundo<br />

desde su red vincular social que lo constituye. Va eligiendo una forma de hacer las<br />

cosas, una forma de relacionarse con el mundo, una manera de mirar y una<br />

construcción de su lectura del mundo adscribiendo a una cultura conocida y<br />

determinada.<br />

La interculturalidad no puede ser tomada como sumatorias de culturas, sino<br />

como instrumento de crecimiento, de intercambio de conocimiento, de afirmación de la<br />

propia cultura y de apertura en la lectura del mundo.<br />

“La identidad constituye también un sistema de símbolos y de valores que<br />

permite afrontar diferentes situaciones cotidianas. Opera como un filtro que ayuda a<br />

decodificarlas, a comprenderlas para que después funcione.<br />

Esto explica que frente a tal situación, un individuo, con sus valores y su modo de<br />

pensar, de sentir y de actuar reaccionará probablemente de una manera definida. Para<br />

esto se cuenta con un repertorio de formas de pensar, de sentir y de actuar que, en un<br />

momento dado, se puede combinar. Este repertorio está en constante recreación.

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