EL QUIJOTE - Universidad de Castilla-La Mancha

ANTONIO MENDOZA FILLOLA
últimos párrafos con que se concluye la primera salida de don Quijote y la
Parte I (capítulo VIII), el lector se encuentra con una peculiar advertencia
del narrador-editor; las referencias sobre la historia concluyen y con ello se
apunta a la ruptura de la narración:
…. deja pendiente el autor desta historia esta batalla, disculpándose que no halló
más escrito destas hazañas de don Quijote de las que deja referidas. Bien es
verdad que el segundo autor de esta obra no quiso creer que tan curiosa historia
estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que no tuviesen en sus archivos o
en sus escritorios algunos papeles que de este famoso caballero tratasen; y así,
con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin de esta apacible historia, el
cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda
parte.
Esto supone una brusca interrupción del relato (como se dice en el
capítulo siguiente: «quedó destroncada tan sabrosa historia, sin que nos
diese noticia su autor dónde se podría hallar lo que della faltaba» (I, IX) ¿A
qué autor se está refiriendo el texto en este momento?, porque el lector
sólo puede suponer que sea el previsible Cervantes, o bien, si ha sido muy
buen observador, recordará la indefinida referencia a los «autores que
deste caso tratan» que había aparecido en el primer párrafo. El caso es
que aquí se remite al “autor” (en singular) y, en contraste, aparece una
primera persona, un “yo” narrador «causome, a mi parecer, parecióme…».
La pregunta inmediata del lector es buscar respuesta a ¿qué sucede,
quién está hablando?, para tratar de redituarse en una perspectiva
adecuada, ya que como receptor del relato necesita saber quién narra
(incluso con mayor urgencia que saber quién es el autor), igual que
necesita saber qué función tiene o asume ese narrador en la historia, ya
que será éste el que haya de conducir al lector; y, si se trata de un lector
con experiencia, se planteará qué puede esperar de esa estrategia
narrativa. Y aquí cobra notoriedad el “yo” de un narrador indefinido, que
muestra su especial interés por saber más de la historia del caballero,
según encarece su curiosidad:
Causóme esto mucha pesadumbre, porque el gusto de haberlo leído tan poco se volvía
en disgusto, de pensar el mal camino que se ofrecía para hallar lo mucho que, a mi
parecer, faltaba de tan sabroso cuento. Parecióme cosa imposible y fuera de toda
buena costumbre que a tan buen caballero le hubiese faltado algún sabio que…
(Quijote, I, IX).
El anuncio de ese destronque resulta, en realidad, poco convincente
teniendo en cuenta el resto de páginas por leer que contiene el volumen
que el lector sostenga en sus manos. El lector sabe que la historia va a
continuar – necesariamente debe continuar− mediante un recurso u otro. Y,
efectivamente, tal como el lector podría esperar, gracias al trabajo y a la
diligencia que ese interesado lector puso en buscar la continuación de esa
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