EL QUIJOTE - Universidad de Castilla-La Mancha

FELIPE B. PEDRAZA JIMÉNEZ
Las 112 primeras páginas del libro contienen la selección de fragmentos
aislados (sin continuidad narrativa: no interesa el relato sino el lenguaje),
que empieza con el «soliloquio de D. Quijote, cuando hizo la primera salida
de su aldea», en el que se encuentra la parodia del estilo altisonante de las
caballerías («Apenas había el rubicundo Apolo...»), y termina con la carta
que Sancho escribe a don Quijote desde la ínsula. Entre uno y otro punto,
las más celebradas aventuras del hidalgo manchego, tomadas de una
edición rigurosa y completa (probablemente la de la Academia o la de
Pellicer), con una ortografía peculiar y bastante más razonable que la
académica:
Nos hemos atrevido a hacer dos innovaciones en la ortografía: la una es la supresión
de la h en el intermedio de las dicciones [...]. Otra es el uso constante de la j en todas
las pronunciaciones guturales. [p. VII]
Modestas y útiles reformas ortográficas, que lamentablemente no
triunfaron, basadas en el sólido principio de que «los signos ortográficos no
se han inventado para distinguir el origen de las voces, sino su
pronunciación» [p. VIII]. Aquí tienen los curiosos el origen de la chocante
peculiaridad ortográfica de Juan Ramón Jiménez.
Esa misma orientación didáctica presentarán otras misceláneas
extranjeras como la Colmena española o piezas escogidas de varios
autores españoles, morales, instructivas y divertidas, con la varia
significación en inglés de las particulares voces y frases idiomáticas al pie
de cada pieza y también en índice general por F. Sales, instructor de
francés y español en la Universidad de Harvard, Cambrigia, cuya sexta
edición es de 1846 [Casasayas, 1995: núm. 186].
A mediados del siglo XIX, los fragmentos del Quijote también servían
para el aprendizaje de la lengua entre los nativos. De 1849 es la Colección
de autores selectos latinos y castellanos para uso de los institutos, colegios
y demás establecimientos de segunda enseñanza del reino. Libro de texto
oficial, mandado publicar “de real orden” y salido de la Imprenta Nacional.
En el Prólogo se explica el origen y propósito del volumen: «solo con la
asidua lectura, análisis e imitación de los autores de nuestro Siglo de Oro, y
de los que en tiempos posteriores han logrado seguir sus huellas, será
posible restaurar el buen gusto en el campo de las humanidades». Se
pretende articular un método práctico con el que
lejos de extraviarse los alumnos en el laberinto de nombres que apenas comprenden,
puedan apreciar fácilmente el verdadero valor de tropos y figuras, confirmando las
doctrinas del profesor con los ensayos de imitación que al mismo tiempo hicieren. [p. VI]
En esta antología de 1849 el Quijote ha dejado de ser la obra hilarante
que había sido desde su primera recepción pública. Ahora se propone al
alumno una interpretación trascendente: en el relato cervantino
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