EL QUIJOTE - Universidad de Castilla-La Mancha

CERVANTES, EDITOR DEL QUIJOTE
sin mayores pretensiones en la primera Parte, cobró un valor
desorbitado en la escritura de la continuación de la Historia.
2.5.2. LAS APORTACIONES DEL PRÓLOGO SOBRE EL PACTO DE LECTURA QUE SE
PROPONE AL LECTOR
En tres momento se dirige al lector: la invocación que preside el prólogo
Desocupado lector; después cuando apela al lector carísimo, en su
invitación a que lea personal y libremente la obra y, finalmente, su
apelación al que llama lector suave, cuanto ya tiene resuelto y decidido
cómo proceder con el tratamiento del prólogo. Entre esas apelaciones se
van diseminando ideas y pautas sobre cómo habría de ser entendido el
libro que sigue: «me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del
entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que
pudiera imaginarse». Y más adelante añadirá: «Solo quisiera dártela
monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la inumerabilidad y
catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al
principio de los libros suelen ponerse».
Explicita la finalidad del texto (en este caso, puesta en boca del
amigo que le acompaña y aconseja):
Y pues esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la
autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de
caballerías […]. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal
fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de
muchos más; que, si esto alcanzásedes, no habríades alcanzado poco.
Dos precisiones respecto al lector. También se atiende al lector,
a través de las palabras del amigo y sus recomendaciones, que
quizá ya resultan un tanto tardías si efectivamente la obra ya estaba
compuesta, como se dice:
Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a
risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la
invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.
Pero posiblemente, interesa mucho más la búsqueda de la
implicación del lector, en su invitación para que ejerza su derecho a
leer según sus posibilidades y gustos:
[…] no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte casi con las
lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o
disimules las faltas que en este mi hijo vieres, que ni eres su pariente ni su
amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y
estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas, y
sabes lo que comúnmente se dice, que «debajo de mi manto, al rey mato»,
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