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El mismo, como sujeto agente, se halla inmerso desde antes de empezar la acción<br />
en una contradicción a la que llamaremos “pre conflicto”. El actor viene de una<br />
situación que lo impele al conflicto, y aquellas “condiciones dadas” pueden ser<br />
resueltas de dos modos: o bien física, animalmente, si triunfan sus instintos; o bien<br />
de un modo más civilizado, reprimiendo sus instintos o impulsos, si triunfa el<br />
deber ser o la conveniencia social. Este juego de contradicciones, anterior al<br />
desembarco real en el juego, es una tensión interna, para nada psicológica,<br />
absolutamente física, que escinde al actor y que lo pone ante la estructura con una<br />
doble opción. Por lo tanto debe improvisar. En algunos casos la acción<br />
preconcebida puede ser llevada a cabo y entonces simplemente acciona. Nótese la<br />
diferencia que marco entre improvisar y llevar a cabo una acción preconcebida o<br />
simplemente accionar.<br />
Pero volvamos a la definición técnica del conflicto. Se trata del choque o la<br />
colisión de dos o más fuerzas, y no simplemente de una situación afligente o<br />
dolorosa. La descripción de los conflictos como situaciones dolorosas quizás sea una<br />
buena definición, pero, pero lo es desde el punto de vista psicológico. El actor no<br />
puede ponerla en práctica. Mientras que puede organizar su campo luchando contra<br />
lo que se le opone desde afuera o bien enfrentando el dilema físico (y lo subrayo)<br />
entre su propio animal y el deber ser. Nunca un conflicto transcurre –repito desde el<br />
punto de vista técnico– en el mero nivel psíquico. Siempre se halla a nivel del cuerpo,<br />
es energía movilizada en una dirección (¡o en dos en el caso de los pre-conflictos!). No<br />
se trata de que el actor se ponga a pensar en los caminos para resolver la situación.<br />
Se trata de una disposición corporal que lo prepara y aún lo introduce en una disputa<br />
efectiva y física.<br />
Cuando, por el contrario, el actor intenta comprender de antemano el sentido del<br />
conflicto que le toca enfrentar, procura al mismo tiempo resolverlo antes con su<br />
intelecto. ¡Como si efectivamente se pudiera! Los conflictos reales apenas si pueden<br />
ser nominados en sus momentos de partida, porque se trata siempre de interacciones<br />
dialógicas, físico-psíquicas, intrincadas y sumamente cambiantes, imposible de ser<br />
pensadas. Los estudiantes quieren, como en la vida educada y reprimida, antes<br />
comprender y luego actuar en consecuencia. Esto lleva a una seudo interacción, a un<br />
intercambio muerto. Es justamente el cuerpo –se trata lógicamente de una metáfora–<br />
y no la cabeza el que investiga. Tan sólo es posible conocer discursivamente los<br />
puntos de partida de un conflicto. Hay, pues, que hacer para comprender, y no<br />
comprender para luego hacer. Como trabajo teórico, la improvisación tan solo<br />
requiere decidir los puntos de partida de una situación.<br />
Los análisis de mesa no pueden ser reemplazados por análisis de texto de los que<br />
surjan “listas de acciones”, ya que se estaría repitiendo el error anterior de separar el<br />
trabajo teórico del práctico.<br />
El método es esencialmente un modo de conocer, especifico del actor. En primer lugar<br />
porque lo que hay que conocer “todavía no existe” en el nivel de texto: es preciso<br />
crearlo. Y en segundo, porque la traducción de palabras al cuerpo, es un tránsito<br />
complejo. ¿Quién de nosotros no ha tenido dificultades para explicar un dolor que<br />
realmente sentimos al médico? ¿Es punzante o late? ¿En qué zona del cuerpo se siente<br />
fundamentalmente?<br />
Lo único necesario para emprender este tipo de conocimiento especifico son las<br />
pocas precisiones capaces de ponernos en movimiento contra los conflictos iníciales.<br />
Muchos llegan a aceptar el rol de los conflictos, pero intentan abordarlos, crearlos<br />
desde su descripción psicológica “como estados emocionales o psíquicos”. Los<br />
enfocan como si se tratase de entidades unitarias. Hablan, por ejemplo, de los<br />
tormentos de Edipo o de las dudas de Hamlet. Y hasta son capases de describirlos<br />
verbalmente y con hermosos detalles. Ahora bien: ¿Cómo procede el actor para<br />
“atormentarse”, o para que las dudas lo martiricen? ¿Cómo proceder entonces?<br />
Ya hemos subrayado el mérito de Stanislavski quien demostró la imposibilidad<br />
de poner frente a sí mismo, como tarea, el rescate de determinados sentimientos. Lo<br />
primero que hay que decir es que los componentes emocionales de la situación,<br />
surgen, son producidos por el accionar del actor. No son buscados. Ni siquiera el<br />
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Teatro