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estuvimos en Suiza, en Ginebra, y luego de una actuación se nos acercó el filósofo<br />
Engelson y nos dijo: “Esto es magnífico, es la <strong>primera</strong> vez que yo veo un teatro que<br />
no es exhibicionista, que no imita, ni es pretencioso. Ustedes no actúan, ustedes<br />
son”. Y años antes, en 1955, cuando nosotros montamos en Varsovia la pieza “La<br />
piovra” de Wítkiewicz, pusimos a las puertas del teatro un cartel que decía: “No<br />
estamos actuando la pieza de Witkiewicz; nosotros somos, estamos con Witkiewicz<br />
¡VIVA LA GUERRA!<br />
-¿Pero de dónde viene todo ese sueño, toda esa pesadilla?<br />
−Antonin Artaud decía que el arte era una realidad esencialmente próxima a la<br />
enfermedad, la locura y la muerte. Yo agregaría que a la guerra. Cuando comencé a<br />
hacer teatro, por allá, durante la guerra, entonces descubri todas las nociones y<br />
definiciones que he utilizado después. Encontré entonces que para mí, y aquel grupo<br />
de gente de teatro, la guerra fue un tiempo ideal para experimentar, crear y abordar<br />
nuevas proposiciones. Ahora me doy cuenta de que el hecho de estar clandestinos<br />
nos ponía al margen de la ley, del Estado, y esto era ideal.<br />
−En este caso el “estado ideal” era la clandestinidad y no la guerra y no se puede<br />
olvidar que usted venia de una Polonia culturalmente anegada de simbolismo.<br />
-Una vez más usted generaliza, actúa como un historiador, y no hay nada más<br />
ajeno a mi teatro que las generalizaciones y la historia. Yo hablo de Tadeusz<br />
Kantor y de su grupo de teatro. Pero ¿qué era el simbolismo sino la reivindicación<br />
de la muerte, del tiempo pasado? Stanislavsky había creado lo que él llamó “el<br />
teatro de la vida”. Y Gordon Craig lo derrumbó preguntándose: “ ¿Y qué es la<br />
vida?”<br />
-Una pregunta que sin duda alguna se la hacían con más propiedad los soldados que<br />
morían en los campos de batalla...<br />
-Falso. Ahí sigue usted “falsificando”. La pregunta no se la hacían los muertos<br />
sino los soldados que regresaban. Y este es el sentido de mi puesta en escena, en<br />
1942, de “El regreso de Ulises” de Wyspianski. Ahora bien, el problema para mí no<br />
era, representar a Ulises, que retorna después de la Guerra, su tierra natal,<br />
Penélope. No. El problema era que Ulises había muerto y debía renacer. Retornar<br />
como un hombre vivo en otra época, en otra ciudad (Cracovia) en otros días (1942).<br />
El tenía que regresar como el hombre de hoy. ¿Y cómo hacer eso? Evidentemente<br />
que un místico no habría tenido problema echando mano a la reencarnación, o<br />
alguna otra teoría metafísica, pero yo no tenla sino una habitación. Una humilde<br />
habitación, que era la indicada en la pieza, y ahí debía realizar el milagro.<br />
-Entonces había, evidentemente, un problema aleatorio de vida y muerte, o si prefiere, de<br />
transfiguración.<br />
–No. Porque ya eso era representar. No era real. En ningún teatro se vive o se<br />
muere verdaderamente. Era más bien una cuestión de exorcizar, de sacar un<br />
espíritu para meter otro. Este es el momento más fascinante del teatro, porque era<br />
lograr que el actor se representara él mismo, mejor dicho, fuera él mismo, entonces<br />
en la pieza de Wyspianski el actor era Ulises, y no tenía otra alternativa.<br />
-¿Qué piensa de Wajda, Penderecki?<br />
-A Wajda sencillamente lo detesto y de Penderecki prefiero no hablar 1 .<br />
2 La entrevista fue realizada por Manuel<br />
Malaver para El Diario de Caracas,<br />
donde apareció publicada el 30 de julio De 1981 (N. del E.).<br />
*CRONOLOGÍA BIOGRÁFICA<br />
1915: T. Kantor nace en Wielopole, voivodía de Cracovia.<br />
1939: Termina sus estudios en la Academia de Bellas Artes de<br />
Cracovia, donde<br />
es alumno de escenografía de Karol Fryez, amigo y admirador<br />
de Edward Gordon Craig.<br />
página 62<br />
Teatro